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Sixto Castro Rodríguez, OP

de Sixto Castro Rodríguez, OP
Sobre el autor


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9
Oct
2011
Otra vez
3 comentarios

Hoy, el Norte de Castilla publica un artículo bien inteligente rde Reyes Mate, mucho más en consonancia con los tiempos post-seculares que no toca vivir y en los que muchos se resisten a entrar (no puedo encontrar el enlace en la web). Reyes Mate no sólo rescata al valor de la religión en muchos aspectos, sino su parcela de verdad, que la tiene, al igual que la tiene la filosofía. Véase, lo que mi entender es un cierto despropósito escrito por Sánchez Ron en el País hace un tiempo, mezclando todo lo mezclable y, al final, por si  la cosa no fuese aún lo suficientemente sofocante, invitando a (creo) los jóvenes que participaron en la JMJ a “examinar su vida”, porque sólo una vida examinada merece ser vivida, lo cual es bellísimo, platónico (no sé por qué se lo aplica a los jóvenes de la JMJ y no a ZP, por ejemplo, o al general de brigada de Matalascañas o al tendero de Barrio Sésamo)... y claramente no equiparable con ser científico, a pesar de que esa es la deriva que nos arrastra. Porque hay un cierto empeño en hacernos comulgar con la idea de que la verdad es la de la ciencia y sólo la de la ciencia. Platón pensaba que era el filósofo el que debía dirigir todo el cotarro. Parece ser que después siempre había un teólogo que ponía la guinda. Y ahora es el científico. ¿Proceso necesario? Más bien esquema de poder en el conocimiento que, como el espíritu hegeliano, va pasando de unos a otros que determinan qué se puede decir, pensar, hacer y demás. Insisto, mis críticas van contra el cientifismo y nada más.
Aquí hay más hipótesis ocultas (es decir, hipótesis filosóficas no demostrables científicamente y sólo defendibles en el foro de la “razón pura” por así decir) que se nos plantan como piedras que sostienen el edificio de la civilización sensata, en el que no hay lugar para las religiones, que son el terreno de la falacia. Creo que es profundamente injusto que considerar que quien se tiene por religioso no examina su vida, mientras que el no religioso sí. Si nos jugamos la cuestión a una partida de cartas metafísicas, todos hemos de enseñar nuestras metafísicas cartas, puesto que tanto el teísta como el naturalista nadan por aguas metafísicas y no hay ni una sola razón para pensar que las aguas de éste sean más límpidas y transparentes por respecto a lo las cosas son. Por eso, recomiendo la lectura de Reyes Mate, que está bastante más al cabo de la calle de lo que los filósofos de altura andan repensando… incluso cambiando de opinión.
 

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5
Oct
2011
El mono
1 comentarios

Por casualidad, hace un tiempo me encontré (un fraile me hizo caer en la cuenta) con un precioso cuadro de Pietro della Vecchia que representa a Santo Domingo con un mono. ¿Un mono? Sí, y sujetando una bujía. ¿Una bujía? En efecto. Nunca lo había visto y me fascinó. La leyenda es que Santo Domingo estaba leyendo la Biblia. Seguramente sus pasajes favoritos. O a lo mejor alguno totalmente desconocido para mí de Crónicas o anexos. El demonio se le apareció en forma de mono. La tentación. Se supone que como mono, andaría zascandileando para que no leyese. Y nuestro padre le agarró (le cayó atrás, dicen en República Dominicana, en traducción libre de la locución inglesa) y le dijo, bueno, hermoso, me vas a sujetar la vela hasta que se acabe. Y así fue. El mono aparece ahí aguantando la vela, que, según la leyenda, sujetó hasta que se chamuscó y entonces Santo Domingo le liberó.
Seguro que hay muchas maneras de vencer la tentación. Y o siempre la mejor, a pesar de Oscar Wilde, es caer en ella. Este cuadro me vino a la mente el otro día cuando un comentarista de la radio desgranaba datos económicos sobrecogedores, sobre todo referidos al paro.  Y me vino a la mente junto a la acedia, ese pecado que me ha llamado la atención desde que lo he visto retratado por el Bosco en el Prado, esa desgana que cada día es más actual, visto los bastos que pintan (dudo que nadie quiera caer en esa tentación). La acedia es como el mono. Si se la deja trotar nos anula. Habrá que cogerla por las orejas y darle la bujía. Así, incluso es posible que sirva de luz.
 

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27
Sep
2011
El árbol de la vida
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Sin duda, la película contiene algunas de las escenas más potentes que ha dado el cine de las últimas décadas. Sí, claro, cómo no, hablo de El árbol de la vida, de Terrence Malick. No voy a hablar de mi relación amorosa con este hombre al que no conozco pero que, desde que vi La delgada línea roja, me “sulibeyó” y me “soripeyó”. Es lo que tiene encontrar tesoros, dracmas y ovejas. Pues bien, la Lacrimosa de Preisner (otro que baila en la misma pista) mientras sucede el drama cósmico es ya, sin más, escena de antología del cine. Pero claro, no estamos viendo un documental, nada más lejos de la realidad. Estamos asistiendo a un relato protológico y soteriológico, es decir de dónde venimos y a dónde vamos. Exitus, redditus, que decía muy bien el otro día Juan Manuel de Prada en una de sus columnas. Y todo ello, al hilo del relato de Job, al que Dios no responde con proposiciones cuando le pide cuentas, sino que, como hace Malick, le incluye en el relato de la creación. Es que vaya relato… Me resisto a seguir glosando esta joya, en la que la música está engastada en la imagen como pocas veces he visto, donde los grandes temas de La delgada línea roja aparecen bajo un prisma diferente, más teísta, de eso no cabe duda. Pero claro, para quien el libro de Job sea sólo el libro de los trabajos/jobs de la sección de ofertas del periódico de turno, ese despliegue panóptico, donde no nos queda resquicio por admirar, que no por explicar, carece de algo, quizá reducido a una mera sucesión de imágenes de colores. Cuando se introduce en el relato propio esta sucesión, todo adquiere nueva luz (como cuando, glosando el título de una obra de Schillebeeckx, se ve a los hombres como "relato de Dios" estos no pueden ser vistos ya de otro modo).

Era Wittgenstein quien decía algo que todos sabemos, pero que se nos olvidó: que expliquemos algo no tiene que ver con que no nos asombre. El supersticioso, pensaba él, es el que anula el asombro cuando cree haber explicado (Observaciones a la “Rama dorada” de Frazer). Al igual que me asombra el sol de la mañana, cuando alcanzo a verlo, El árbol de la vida me deja con esa sensación que es propia de lo bello: algo impacta con una fuerza brutal y, al mismo tiempo siembra en uno la certeza de que tiene mucho que dar. Amén. Y allá vamos.

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26
Sep
2011
En Patmos
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Hay en depósito, en la Iglesia de San Pablo un precioso cuadro, procedente del Monasterio de Santa Catalina, titulado San Juan en Patmos. Es un óleo sobre tabla del siglo XVI artísticamente espectacular, a mi modo de ver. Representa a San Juan, sentado, escribiendo el Apocalipsis. Frente a él está el monstruo de siete cabezas, bien bonito y coloreado, y la Virgen con el niño que concebirá. Lo que me ha llamado la atención es que es un ángel el que con un dedo toca al evangelista, y le hace notar lo que tiene delante, que le señala con el otro dedo. El ángel es “otro que yo”, al igual que lo es el otro de la comunidad (cristiana, religiosa, política) o el mediador (que los terapeutas creo que llaman “facilitador”, lo que elimina ese elemento de control y poder que supuestamente tiene). Hay ciertas confesiones cristianas que se han cepillado estas idea y en las que prima lo individual, el individuo solo enfrentado a Dios, la vida, la interpretación o la salvación. Recuerdo que el Aquinate dice, por alguna parte, que hay infinidad de cosas con las que uno no tiene que confrontarse individualmente, sino que le vienen dadas por la comunidad en la que vive. Eso, que suena tan wittgensteiniano, es algo que funciona siempre que no se absolutiza esa “absurda” obsesión por el yo, que se convierte, entonces, en medida de todas las cosas. Si se pone en su justo lugar, ah, entonces caben otra vez los ángeles, los otros y hasta, si me apuras, la comunión de los santos. Y todo eso, ya en Patmos.

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23
Sep
2011
El novicio cartujo
3 comentarios

Con el lío de las partículas que corren que se las pelan, y que apuntan a que la velocidad de la luz no es un límite inviolable (bien interesante esto de los límites, las leyes y demás), un físico español ha dicho, como recoge el NYTimes “If it is true, then we truly haven’t understood anything about anything”. Quien lo lea en los EE.UU seguramente entenderá que no sabemos nada acerca de ninguna cosa, pero casi estoy por apostar que lo que este hombre ha dicho, en román paladino, es que no sabemos nada de nada. Qué gran expresión, en cualquier contexto, que recoge ese contenido semántico y le da una connotación que va mucho más allá. En fin, que el nada de nada me remonta a un óleo con el que tuve la ocasión de encontrarme no hace mucho, una pintura de Gustave Doré (la que aquí enlazo es un grabado, ya que hay varias obras con idéntico tema), concretamente “El neófito”, que representa el rezo coral de unos cartujos viejos como la misma naturaleza, un tanto ajados, en medio de los cuales está el novicio mirando “a cámara”, por así decir, y con cara de… Al leer el texto que acompañaba el cuadro, el escribiente señalaba que era cara de “Dios, ¿dónde me he metido?”, lo cual puede ser perfectamente posible. Los que le acompañan no es que sumen un millón de años, que es lo de menos, sino que parece que su estado vital no es precisamente el adecuado para que uno decida pasar el resto de su vida en su compañía. O a lo mejor sí, porque también puede ser que el novicio o neófito, sobre el que recae la luz de la composición, esté diciendo: sí, sí, no me extraña que te extrañe, pero precisamente por eso es por lo que me quedo, y a gusto. ¿No era aquello de locura para unos y necedad para otros? Quizá el que le mira piensa que es él el que no ha entendido nada de nada, o quizá el novicio piensa que es el otro el que no comprende “anything about anything”. Quién sabe. A mí me ha gustado sobremanera.

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20
Sep
2011
Martin Luther King
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Sin prisa, de nuevo por aquí. Cuesta ponerse a escribir, pero la vida cotidiana siempre ofrece temas y cosas. De hecho, por una suerte de “serendipia”, que dicen los que saben, me he encontrado de bruces, recientemente, con la vida y obra de Martin Luther King. No es que la desconociese del todo. Es que, por circunstancias de la vida, me ha salido al paso y me ha impactado hasta la conmoción. Resulta que (¿casualidad?) parece ser que, según unos papeles que acabarán saliendo, su vida no era la vida ejemplar que parecía. ¿No lo era? Creo que sí. Es pesada la manía que tiene el personal de contar las intimidades (quizá su percepción de las mismas) de la vida de los demás, y es un tanto falaz la intentona constante de mezclar la militancia con la vida privada de cada quien. A mí me importa bien poco cuáles fuesen las faltas, reales o imaginarias, de este hombre. Creo que ese nivel de discusión no me compete, sino que pertenece a otros ámbitos de su parcela particular. Basta con leer sus discursos, con conocer algo de su vida pública y de su labor gigantesca para que los menudeos de prensa rosa queden a un lado. Pero nuestra época es también la de estos, trompeteados por teles y periódicos. A ese respecto me da igual. Nada de lo que Martin Luther King haya hecho podrá cambiar lo que Martin Luther King ha hecho.

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23
Ago
2011
La cosa pública
4 comentarios

Estos días (y desde ya hace unos cuantos) se han venido sucediendo en los periódicos (y en las manifestaciones) multitud de debates sobre la relación entre la religión y la esfera pública. Seguramente quien más haya colaborado a este empresa sea Habermas, que ha pasado de no prestar demasiada atención a la religión a comprender que vivimos en un mundo “postsecular” que tiene que integrar los contenidos éticos de la religión en la filosofía postmetafísca. Habermas sostiene que el "potencial capital semántico de las tradiciones religiosas" ha de traducirse a un lenguaje universalmente accesible a todos los implicados en el uso público de la razón. Y es que el uso público de la razón no es territorio propio de los no creyentes. La plaza (pública) es de unos y de otros, si bien Habermas defiende que los contenidos creyentes han de traducirse a esa racionalidad común (cosa que también deberán hacer los no creyentes). Charles Taylor, con más razón que un santo, aún da un paso más: la ruptura epistémica entre la razón secular y el pensamiento religioso es insostenible, puesto que la neutralidad estatal que postula el secularismo es una respuesta no sólo a la diversidad de posturas religiosas, sino también a las no religiosas, de modo que si el Estado es neutro, es neutro, es decir, no puede defender que hay algo así como una razón secular que sea la koiné. A Martin Luther King le entendieron perfectamente sus coetáneos, aunque su lenguaje era eminentemente cristiano. Por tanto, no se puede defender como punto de partida que la razón religiosa o bien llega a las mismas conclusiones que la" secular" (suponiendo que sea una), lo que la hace aceptable, o bien llega a otras, con lo que habría que mantenerla al margen. No hay razones de peso para mantener esa actitud pragmático a lo religioso. No hay, sostiene Taylor, más legitimidad en el kantismo o en el utilitarismo que en el cristianismo para contribuir al debate público.
El mismo Habermas afirma que una sociedad postsecular, en la que una democracia constitucional, autoriza explícitamente a sus ciudadanos a llevar una vida religiosa, no puede al mismo tiempo discriminar a esos mismos ciudadanos en su papel de legisladores democráticos.
Todo esto no es más que una breve glosa a la obra El poder de la religión en la esfera pública, recientemente publicada por Trotta, que me vino a la mente cuando el otro día, alguien leía un manifiesto en que apelaba al carácter esencialmente privado de la religión, por ser tierra de creencias o algo así. Falso. Tan falso como decir que las creencias con respecto al estatuto moral del otro han de quedar reducidas al ámbito particular y personal: con ello nunca se habría de practicar la caridad (solidaridad, justicia social) en la medida en que no es más que una creencia.
Ufff, la cosa se complica. Y todo esto no cabe en un manifiesto de cinco minutos. Habrá que estudiarlo con detalle y ver que, en el fondo, todos somos privados y públicos al mismo tiempo. Y eso es fantástico.
 

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21
Ago
2011
Y hasta Río (quien vaya a ir)
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Se acabó la JMJ. Van a salir cientos de artículos con las más variadas temáticas, de eso no cabe duda, y con las más variadas orientaciones. Son más de un millón de personas (también en esto habrá bailes) que dan para escribir crónicas de todos los colores, como se ha venido haciendo, desde dentro y desde fuera, ultramontanos y conciliaristas, laicos, religiosos y clérigos, ateos, creyentes, politeístas, panteístas y panenteístas (y muchos más, que parece que esto es un argumento cornuto, en el que A o B, y la verdad es que hasta Z quedan muchas opciones). El debate es bien sano para todos y, al final, queda lo de Jesús: quien tenga oídos para oír, que oiga. Feliz viaje de vuelta a casa.

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18
Ago
2011
JMJ
3 comentarios

Estoy pasando más tiempo de lo esperado en Madrid con motivo de la JMJ. La prensa cuenta versiones bien diferentes según lo que se lea. La mía es sencilla. Infinidad de gente joven, tanta como yo nunca había visto nunca, que van cantando en el metro, por la calle, felices como el que más. Hay uno que viste al estilo punk y que ya se ha hecho famoso en todos los periódicos. Si se les quitan las camisetas de la JMJ (distintas según de dónde procedan o que familia religiosa) pasan por jóvenes normales y corrientes, que es lo que son. No encajan, no obstante, con la idea que habitualmente nos dan los que manejan los eslóganes breves y concisos (para que puedan propagarse como “memes” memos) de gente triste, recoleta y hasta un poco tonta. Nada de eso, lo puedo asegurar, como pude ver ayer en la fiesta OP. No sé si habrá gente más feliz que estos jóvenes cristianos. Palabra.

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12
Ago
2011
Listos y tontos
4 comentarios

Antes de que caigan las lágrimas de San Lorenzo, el cielo se ha vuelto gris y el bochornazo preludia una tormenta mientras en la red, a cuenta de la visita del Papa, se cuenta de todo, todito. Alguien el otro día, no recuerdo en qué periódico o foro, decía algo así como que “la ciencia” (sic, esto sí es literal) ha demostrado que los ateos son más inteligentes que los creyentes. Vuelve por otra, si quieres. “La ciencia” es oráculo de Delfos (o de Matrix) que es como una señora vieja que vive en el segundo izquierda, rodeada de gatos, y que habla de vez en cuando. No sé a qué se refería el “comentador”, si a la neurología, al cálculo, a la teoría de cuerdas, a la química orgánica o al encaje de bolillos, aunque sospecho (en su favor) que habría leído algún estudio de estos que establecen correlaciones entre cosas y, normalmente, no pasan de ahí. De hecho, por estudios que no quede. Desde Comte en adelante se ha asociado pensamiento religioso con pensamiento “primitivo”. Aunque este término está cada vez más en desuso, los antropólogos  no han abandonado, en general, la creencia de que la religión es básicamente irracional, por anticientífica, idea que han abonado las corrientes marxistas, psicoanalíticas, etc. (que, independientemente de la verdad que proporcionen tienen los mismos méritos para llamarse “ciencia” que Grecia para mantenerse en el Euro, según dicen). La idea es que una persona culta, que viva en un mundo en el que la ciencia tiene la última palabra, no puede ser religiosa, salvo dolo, engaño o incapacidad transitoria (por lo que habría, seguramente, que prohibirle conducir, me imagino).
Frente a esta afirmación, los datos empíricos (en sentido tan lato como se quiera) van en otra dirección (cf. L. Iannaccone, R. Stark and R. Finke, “Rationality and the ‘religious mind’”, Economic Inquiry XXXVI (1998) 373-389) : si bien los científicos y los profesores norteamericanos son menos religiosos que la población en general, la proporción es semejante a la que se asocia con otros rasgos demográficos, como el sexo o la raza (y no se suele hacer un gran caso de que los semitas sean más o menos religiosos que los caucásicos o los etíopes). Pero lo curioso ?y quizá el dato realmente significativo? es que los profesionales de las ciencias “duras” son más religiosos por término medio que los profesionales de las humanidades o las ciencias sociales (sobre todo psicólogos y antropólogos, es decir, los que están más en relación con la tesis de la “mente primitiva”), cuyas disciplinas se apoyan mucho más en datos no comprobables empíricamente (en cierto modo en “competición” con las afirmaciones religiosas).
En realidad, a mí me convence más la autoridad de los sabios. Preguntado por la compatibilidad entre la teoría de la evolución y la creencia religiosa, Stephen Jay Gould respondió: “o bien la mitad de mis colegas son enormemente estúpidos, o la ciencia del darwinismo es totalmente compatible con las creencias religiosas convencionales, e igualmente compatible con el ateísmo, lo que prueba que los dos grandes reinos de la factualidad de la naturaleza y de la fuente de la moralidad humana no se solapan”. O Thomas Nagel: “quiero que el ateísmo sea verdadero y me inquieta el hecho de que algunas de las personas más inteligentes y bien informadas que conozco sean creyentes religiosos”. Como se ve, listos, tontos y de media talla hay en todas partes… y no es la creencia religiosa lo que nos distingue (como sucede en muchos otros ámbitos de la vida).
Oh, qué largo me ha salido esto. No se volverá a repetir.
 

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