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La justicia del axioma y el relato del cura
3 comentariosTomás de Aquino defiende que la justicia es la única virtud moral que no tiene referencia intrínseca a las pasiones (ST I-II, q. 59, a.5). La justicia no tiene que ver con las pasiones, como la templanza o la fortaleza, sino con las operaciones. Me vino a la mente esta referencia con todo este lío de reescribir las historias personales y colectivas de modo apasionado o, como se dice ahora, atendiendo a los sentimientos. Uno se siente tal o cual, y reescribe su relato, igual que hacen los pueblos, los países y demás.
El caso que me provocó este pensamiento fue el del cura vasco que justificaba estos días –¡estos días!– los asesinatos etarras. La base de todo el asunto es la primacía del relato, ese artificio que nos permite colocar las piezas de un puzle, aderezarles sentimientos y dar lugar a un cóctel que solo pueden beberse los propios, porque los extraños lo encuentran impotable. La filosofía de las últimas décadas ha entrado al trapo de ese juego huyendo de la idea de “hecho” y dejando todo en el espacio de la “interpretación” (que al fin y al cabo eso es un relato: un cuento con un planteamiento, un nudo y un desenlace, y cada uno de esos elementos puede jugarse a voluntad).
Yo recuerdo demasiado bien cómo día sí, día también, los terroristas iban segando vidas, extorsionando y amedrentando a la gente con su relato. Muchos callaban porque les iba la vida en estar callados y otros callaban porque algo les tocaba en el reparto de suertes. Esto lo hemos vivido como testigos una buena parte de los españoles. Los mismos que ahora quieren escribir la historia de la verdad nos dicen que no, que no fue así, que estuvimos equivocados durante décadas, y que un golpe de ataúd en tierra (a escondidas) no es algo perfectamente serio, sino una fruslería. Si no fuese trágico, sería para echarse a reír.
Una de las últimas lecciones de Eladio Chávarri fue el axioma de protección valorativa, que viene a decir algo así como que los valores que pertenecen a distintas dimensiones no se pueden mezclar. Uno puede ser un excelente padre de familia, pero también un asesino sofisticado, del mismo modo que una batalla puede ser, desde el punto de vista estético, un magnífico espectáculo, y desde el punto de vista sociopolítico una debacle. Supongo que este principio tan elemental, como pensaba Piaget de otros principios de razonamiento, es inasequible para alguna gente, que confunde a sus amigotes o amiguetes con héroes políticos del pueblo. Parece elemental, pero declarar hombre de paz a quien me aprueba los presupuestos es violar ese axioma. Y aún es peor defender el tiro en la nuca como parte de la homilía del domingo. No deja uno de sorprenderse de que ni siquiera los zulos hayan conseguido meter un principio tan elemental en la mollera de algunos. La justicia va de obras. Las pasiones, para la templanza.