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Oct2015El zapato del cardenal
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Oct
Hoy he asistido a una defensa de tesis doctoral. Siempre me pasa que, en estos casos, me doy cuenta de cuánto sabe el doctorando y cuánto los miembros del tribunal. En ese ambiente intelectualmente tan satisfactorio a veces me advienen ideas que aprovecho posteriormente para algún escrito. Hoy, en algún momento, me asaltó el recuerdo de una cosa que me pasó el otro día cuando, de manera inopinada, me encontré detrás de un cardenal que caminaba con un trozo de papel adhesivo pegado al zapato. Indiferente. Cuando se detuvo, me acerqué un poco por detrás y, sin que se diese cuenta, pisé el papel para que cuando levantase el pie, la cinta se desprendiese del zapato y el hombre no fuese arrastrando esa cosa indecorosa. Llámame neurótico. El cardenal nunca sabrá que le quité esa cinta y, de no haberlo contado yo, creo que nadie en el universo mundo sabría de tan grande hazaña. En medio de la tesis, cuando cada quien revelaba sus propios pensamientos y trataba de hacerlos razonables, y de alcanzar a entender la lógica del otro, pensaba yo en el zapato del cardenal, y en cómo hay cosas que, si no se revelan (¡qué profundo suena este término!) nunca se llegarán a saber. Tomás de Aquino, al hablar sobre la revelación con mayúsculas, decía aquello de que a muchas cosas sí podemos llegar por medio de la investigación, cómo no, aun cuando sea de aquella manera un tanto imperfecta, a su entender. Pero a muchas otras, simplemente no hay acceso. O nos las cuentan o no hay mucho que hacer, por mucho método que se aplique. Como que yo pisé la cinta que el cardenal llevaba pegada a su zapato.