21
Ene2021Vuelta la burra al trigo
2 comentarios
Ene
Hoy un columnista clamaba que más ciencia y menos religión era lo que necesitábamos para salir de esta crisis. Es curiosa la insistencia en contraponer ambas realidades bajo el mismo respecto. El caso Galileo, leído bajo una óptica específica, parece que es aplicable al día de hoy, y realmente no sé por qué. En general, la gente religiosa va al médico, investiga en colisionadores, cree que si se tira por la ventana caerá con un movimiento uniformemente acelerado, etc. igual que la no religiosa. No pide que el investigador rece antes de entrar en su laboratorio pero tampoco le molesta que vea un elemento de creación en lo existente. No sé exactamente qué ganaríamos con menos religión. Sí, claro que hay exaltados y gente que carece de toda lógica. Pero ni todos los religiosos lo son ni los no religiosos se escapan de esos problemillas.
El otro día, según decía el periódico, un biólogo, danés creo que era, aconsejaba ponerse la vacuna, pero decía que él no quería ser el primero en hacerlo. Es una cosa que habrá dicho media humanidad en sus conversaciones intrascendentes, pero si se pretende erigir eso en imperativo categórico (“obra de tal modo que te pongas la vacuna, pero no seas tú el primero”) mal vamos, salvo que elijamos cobayas que renuncien a ese imperativo. Y eso es éticamente reprobable. Estamos en un atolladero lógico-ético-erótico-festivo. En este caso, la cosa retorcida no venía del obispo de Persépolis, sino de un biólogo que había escrito un libro sobre vacunas, por cierto.
Pasados los primeros zarpazos de la pandemia un escribano de un periódico se preguntaba con sarcasmo dónde estaba la religión en esta crisis. Era la ciencia la que nos iba a salvar y la religión ya no tenía capacidad de movilizar a la gente para hacer rogativas o quemar a unos cuantos prisioneros para complacer a la divinidad hambrienta de vísceras (estos ejemplos son míos, que el hombre no llegaba tan lejos). Al leer aquello, yo pensé que aquel letraherido se había quedado en la imagen estereotipada que quien no está muy al día tiene de la religión de los siglos XII, XIV, XVI, XVIII… hasta que llegó la luz que disipó las tinieblas, supuestamente. La religión, al menos en el mundo occidental, ha estado done tenía que estar, colaborando con las autoridades civiles, protestando cuando algo no le parecía justo y manteniendo su obra social y evangélica a un ritmo superior al habitual, si cabe. Supongo que muchos estarán ávidos de desfiles de gente disfrazada, con los rostros ocultos y entonando cánticos. Para eso habrá que esperar a que se autoricen otra vez los desfiles de carrozas y todo tipo de “parades”. Que haya científicos enemigos de la religión, o religiosos enemigos de la ciencia, no implica que ciencia y religión sean enemigas. Ya lo sabía San Agustín, por cierto de moda con Joe Biden.