15
Dic
2006Dic
10 millones
3 comentariosAcabo de leer en un periódico que en los últimos veinte años han muerto en la India (y no de muerte natural) 10 millones de niñas. 10 millones de personas concentrados en unas líneas de periódico, pocas, menos de las que se dedica a un cantante que va a parecer en una serie de televisión, menos de las dedicadas a la reina de Inglaterra, que parece que se ha caído o se ha levantado, que tanto da. Me ha horrorizado. Ayer hablaba del sustrato cristiano de los derechos humanos. La prueba es que sería impensable que ese hecho se diese en un ámbito de influencia cultural cristiana. Impensable. Imposible. 10 millones de personas son la cuarta parte de España. Son la centésima parte de la India, el equivalente a 400.000 españoles. ¿Alguien puede imaginar que por razones culturales, económicas, costumbristas, sociológicas, filosóficas, teóricas, erótico-festivas se liquidase a 400.000 españoles en veinte años (20.000 al año)? ¿Alguien puede creer que eso no generaría una portada de un diario? Orson Welles, en Ciudadano Kane, hace decir a Charles Foster Kane que es el número de columnas que se dedican en un periódico a una noticia lo que la convierte en gran noticia, es decir, la importancia de la noticia no es algo “en-sí”, sino algo que viene construido. Pero además del pequeño espacio concedido a este drama (del que no tengo ni idea de quién responsable, pero estoy seguro de que el responsable, por muy repartida que esté la responsabilidad, existe), me sorprende (y no lo sé, quizá los medios de comunicación no se hayan hecho eco de ello, y por eso no “exista”) que no haya habido una respuesta descomunal, especialmente entre las feministas. Andamos perdiendo el tiempo y justificando salarios en bobadas (como si las mujeres europeas no fuesen lo suficientemente adultas y hubiese que mantenerlas en una minoría de edad que justificase la necesidad de intermediarios para defender sus derechos) y una causa que realmente lo merece pasa desapercibida. No hace falta ser feminista para defender que una mujer debe cobrar lo mismo que un hombre por el mismo trabajo. Para eso sólo hace falta sentido común. O no ser un cretino. Tampoco hace falta ser feminista para clamar al cielo ante tamaño asesinato de mujeres. Pero me sorprende no haber leído nada al respecto. En cualquier caso, más allá de etiquetas, pienso hacer todo lo que esté en mi mano para protestar contra lo que, en virtud de “diferencias culturales” (relativismos y cosas por el estilo), algunos consideran que no admite injerencias extranjeras y extrañas. Vaya si lo admite. Lo está pidiendo a gritos.