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Sixto Castro Rodríguez, OP

de Sixto Castro Rodríguez, OP
Sobre el autor

12
Abr
2009

A la cosa

1 comentarios

Por supuesto que existen los milagros, aunque parezca que no. Fíjate que, aunque desde Hume la cosa está de capa caída, los tratados modernos de filosofía de la religión siempre le reservan un capitulillo al tema. El primero de todos, en sentido de grandeza, es esta resurrección que hoy conmemoramos (título también de un bellísimo oratorio de Haendel, que no sé por qué no se prodiga tanto en esta época como el Mesías en navidad, pero bueno). La historia de la comprensión de ese hecho es larga (y seguramente no sólo en la historia, sino también en el desarrollo vital de cada uno): que si un hecho real mas no histórico, que si un hecho físico, que si un hecho puramente espiritual, que si estrictamente experiencial. Es el problema que tiene el hacer de la existencia apartados estanco: si un cosa es a ya no puede ser más que a, y en realidad la existencia es muchas cosas al mismo tiempo, aunque con los conceptos sólo seamos capaces de abarcar una dimensión. Por las palabras, dado que no soy nada nominalista, no pienso pegarme. Siempre cito al Aquinate a este respecto, quien decía que lo importante tras la palabra es la cosa, a la que no es la palabra la que da existencia, sino que sólo (o quítese el sólo) le da expresión. Nadie podrá contar el quid de la resurrección con pelos y señales. Los evangelios nos cuentan datos que tratan de cercar narrativamente un hecho que no se deja captar. Y la crítica lleva siglos dando vueltas a que si Jesús sólo estaba dormidillo, un tanto cansado, y que si el frío del sepulcro lo despertó, que si sus discípulos robaron el cuerpo, que si se inventaron la historia, que si detrás del género literario no hay nada más que el género mismo… Pocos textos habrán sido tan sometidos a escrutinio como los de la resurrección, y seguro que seguirán haciendo correr ríos de tinta. Estupendo. Y ahora consejillo: ad rem, a la cosa. ¡Suerte y feliz Pascua!

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entos susurrante
13 de abril de 2009 a las 20:53

De nuevo nos llamas la atención sobre el peligro de creer que eso que dijo Aristóteles sobre lo de que el “hombre es un animal lingüístico” (o sea, “que habla”) es la definición de la “esencia” del hombre, pero el Estagirita, que era un gran filósofo y por eso “prudente”, sólo describía una realidad de la constitución humana. Luego (o al mismo tiempo) vino lo de creer que el hombre griego (y por extensión “occidental”) se convirtió por fin en hombre “de verdad” cuando dio paso al “lógos” (¿pero no somos “de siempre” animales que tienen lógos?). De ahí a someter la “realidad” a la “lógica” todo es uno, porque, si no -algunos han creído-, seríamos hombres “primitivos” y no hubiéramos avanzado, y eso lo demostramos metiendo en compartimentos estanco todo (no como en otras culturas más “irracionales”) y manteniendo –por supuesto- que si una cosa es a ya no puede ser b, probablemente apelando a las investigaciones y exposiciones de “lógica filosófica” de Aristóteles (no importa que él nos contemple con “los pelos de punta”). Con esta idea “observamos objetivamente” (¿de verdad creemos que eso es posible cuando hoy día la propia ciencia nos muestra la “subjetividad” de la observación?), por ejemplo, el gran acontecimiento de la Resurrección de Cristo, que no sólo nos conforma culturalmente (nadie puede “darse de baja” de su cultura, sólo podemos -¡ojalá filosóficamente!- revisarla) sino nos transforma (¡si queremos!) como hombres. Pero si considero que es un acontecimiento que está “ahí fuera”, contado por algunos, pues preparo “el etiquetado explicativo”, ejercito mi capacidad “lógica” (en el sentido más etimológico) y puedo incluso demostrar la “ingenuidad” de los que creen que esto fue así…
Ojalá que esta “llamada de atención” de Santo Tomás sobre el hecho de que las palabras sólo expresan “la cosa”, pero no la dotan de “realidad”, queden resonando en nuestros oídos para que no las olvidemos. Seguro que El de Aquino también hubiera entendido lo que quiso decir Heráclito de Éfeso, cuando en el siglo VI a.C. afirmó que “el soberano cuyo oráculo está en Delfos (es decir, Apolo), no dice, ni oculta sino que SEÑALA”. En efecto, las palabras son “indicadores” y si éstas hablan de la Resurrección no podemos quedarnos mirando “el dedo” y clasificar sus “huellas dactilares”, sino mirar "al lugar" al que apunta…, no sea que aquello a lo que señala sea del máximo interés para nosotros. En cualquier caso, yo también digo ¡Feliz pascua a todos!, no importa cuánta mejor o peor “vista”tengamos.

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