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Sixto Castro Rodríguez, OP

de Sixto Castro Rodríguez, OP
Sobre el autor

3
Jun
2009

Abra, vote y hasta la próxima

1 comentarios

Abra el periódico uno por donde lo abra no se encuentra más que desencanto… El suyo propio, claro, porque los políticos están encantados de haberse conocido. Cualquier alumno de primero de filosofía, que haya estudiado algo (sin demasiado esfuerzo) de lógica, teoría de la argumentación o retórica, sabe que el argumento del Tu quoque es falaz y no sirve. El Tu quoque es el “pues anda que tú”. Que tú gasta tanto en avioncitos… pues anda que tú en coches. Que tú gastas tanto en trajes… pues anda que tú en bragas. Y así, en este estúpido juego sofístico, en el que cualquier persona con dos dedos de frente se da cuenta de que la tratan como si fuese imbécil, se nos va pasando la campaña esta y la vida, por demás. En el laboratorio se juega con productos, sofismas y se prueba su consistencia. Pero en el terreno público, ay, en el terreno público que no es de nadie sino de los políticos, se debería hacer el tonto sólo con gaseosa. ¿Por qué demonios uno tiene que elegir sus representantes entre gente de partidos conlistas cerradísimas, de modo que los de siempre cambian de posición en el tablero de ajedrez, y la partida parece ser siempre la misma, sólo que cada vez más fea? Los mismos que se proclaman demócratas pervierten la democracia y la convierten en un juego en el que sólo tienen cabida los amigos. Que vivimos en una democracia de bajísima intensidad no parece que pueda dudarse (y me vendrán con la barrila del estado de derecho, como si fuesen los funcionarios de los partidos los que lo aseguran, que no, que no hablo de eso). Que los que compiten para las elecciones mostrasen que, en efecto, pueden ganarse el sustento con sus propias manos, sería una medida excepcionalmente democrática y salubre. Ah, y cuando esta pandilla reclame democracia en la Iglesia, que recen también para que no sea una democracia de funcionarios como la suya. Y sí, claro que voy a votar, pero seguramente más para hacer daño que para otra cosa (o por aquello del mal menor, y así tranquilizo un tanto la conciencia), y “como que” no me siento muy evangélico en eso.

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entós susurrante
3 de junio de 2009 a las 15:59

Creo que en esta democracia (sin duda “de bajísima intensidad”, como dices con toda razón,) en la que nos encontramos los que vivimos “en este momento y en este lugar”, no parece que podamos esperar mucho de “los otros” y me refiero, claro está –en este caso- , a los gobernantes, y todos votaremos (y ojalá que llevemos a cabo esa acción) dentro de esos límites tan estrechos en que nuestro sistema político nos encorseta. Digo esto no para enmendar nada de tu exposición, con la que yo creo que la mayoría estamos de acuerdo, sino por contribuir de algún modo a recordar que en el fondo no podemos olvidar que “esto” ha sido (y ¿será?) siempre así, y que no podemos justificarnos en la ineptitud, falta de preparación o mala intención ajenas (o sea ¡ignorancia!...¡Eh! estoy en disposición de sostener un diálogo con tantos que se habrán escandalizado al leer esto. Vendrá Sócrates conmigo, seguro, pero también otros muchos, alguno dio la vida no sólo por este convencimiento, sino ¡por los demás, por todos!). Digamos que apoyo tu discurso crítico insistiendo en la parte constructiva que, por supuesto, contiene; porque, sin comprender cuántas carencias hay en esos políticos en quienes delegamos porque suponemos (en teoría, sí) que están sólidamente preparados para representarnos (y esto ni siquiera sería que saben hablar bien desde el punto de vista lógico-retórico, de sobra lo sé), no podríamos aprovechar (“si lo hubiere”) cualquier resquicio para aportar esa consciencia de cómo deben y no deben ser las cosas, que seguro que contribuye en algo a la transformación de la sociedad. Claro, esto nos compromete personalmente a cada uno, para que en el espejo de esa galería impresentable de discursos inaceptables nos recordemos que nunca debemos proceder así en nuestros ámbitos privados… O sea, lo que decía Platón (¿o es un autor muy antiguo, de otro contexto?), cuando pone en boca de Sócrates, en República, aquello de : “¿Crees que los gobiernos nacen de una encina o de una piedra y no de los caracteres de los que están en la ciudades, los cuales podrían llegar a arrastrar lo demás, como haciendo peso para que así se incline?".

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