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Sixto Castro Rodríguez, OP

de Sixto Castro Rodríguez, OP
Sobre el autor

3
Jun
2006

Ámbitos y tiempos

3 comentarios
Acabo de regresar de acompañar al órgano a un coro que cantaba en una boda. Como me toca en muchas ocasiones acudir a este tipo de actos, puede decirse que soy un observador más o menos cualificado, porque, en calidad de organista, me paso buena parte del tiempo haciendo un examen casi etológico de los que celebran y de los que acuden. En la boda de hoy la mayoría de la gente estaba como quien pasaba por allí, vio luz y entró a ver qué pasaba. Muy pocos son los que seguían mínimamente la liturgia y menos aún los que participaban en la misma. Cuatro gatos rezaron el padrenuestro y tres personas (una, dos y tres), novios aparte, comulgaron. El sacerdote no predicó mal, pero el pueblo (¿?) estaba pendiente de cualquier mínimo detalle, siempre y cuando fuese otro que la homilía (antes sermón). Lo fácil es hablar de la secularización, la descristianización, etc., etc., como si la culpa la tuviese una mano invisible que escribe las líneas de la historia de forma perversa. No hay duda de que lo que hay de religioso en el fondo de cada uno comienza con la educación que uno recibe en casa. A mí me encanta ver cómo mi tía enseña a rezar a sus nietas las mismas oraciones que yo aprendí de niño, del mismo modo que me causó un gran impacto ver, en Polonia, cómo una madre iba explicando a sus hijos pequeños la simbología de una iglesia y cómo había que comportarse (sí, ya sé que suena impositivo, pero es que hoy todo suena impositivo, pero si mi madre no me hubiese impuesto frustraciones hoy seguiría meándome en la cama) en el interior del templo. Sin embargo, las bodas, bautizos, banquetes y demás aquelarres por el estilo han perdido el aspecto ritual, que comunica dos realidades, dos mundos o como quiera llamárseles, y se ha quedado en el aspecto protocolario: no puede faltar nada en el protocolo, pero los actos protocolarios no tienen significado trascendente más allá de sí mismos. Un protocolo de actuación es un conjunto de acciones que deben realizarse en orden a algo, pero las acciones no remiten a nada más allá de sí mismas. No tiene mucho sentido buscar trascendencia en los recuentos protocolarios que realiza un piloto en orden a revisar el buen funcionamiento de su avión antes de despegar. Sólo son lo que son. Y lo más fácil del mundo es convertir un ritual en un protocolo. Claro que es importante que las cosas salgan bien, pero es más importante que estén bien hechas. El día que me case les diré a mis amigos que esperen fuera, porque cuando se quiere identificar tanto lo religioso con lo cotidiano, resulta que lo cotidiano es infinitamente más interesante que lo religioso. Y no abogo por cosas raras. Sólo por distinguir ámbitos y tiempos.
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el marinero de los monegros
3 de junio de 2006 a las 23:35

Ay Sixto, Sixto, cuántas veces he tenido yo la misma sensación que Vd. relata hoy en su blog. He llegado a la conclusión de que las bodas seducen por su estética, por lo protocolario. Ciertamente se celebra mucho la boda pero poco el sacramento del matrimonio. Ahora, es mi opinión, quizás llegue un día que, además de la ¿preparación? de los novios, se ofrezca la "orientación previa" para los asistentes. Ni los cursillos matrimoniales se solventan con cuatro diapositivas de la gracia de Espíritu en forma de cascada del Monasterio de Piedra, ni se puede tolerar que una celebración sacramental sea una asamblea vecinal.

Anónimo
5 de junio de 2006 a las 02:16

Mi querido Sixto;
Me parece muy acertada tú reflexión sobre el tema, aunque me sigue quedando la pregunta por qué parte de responsabilidad tenemos en este hecho, los miembros de la Iglesia, con cargo, vease religiosos, monjas, sacerdotes y demás prelados y dignidades de ambito clerical.
Ún viejo dicho afirma que de Roma viene lo que ha Roma va, y parafraseando el mismo, no sé si lo que hoy nuestras sociedades nos devuelven, no es sino consecuencia de lo que hemos ido sembrando(Aunque salva sea la parte, de que tambien cosas buenas se han sembrado).
Sin más, sigue pensando y compartiendo lo que piensas, ya que eso nos ayudará a todos a pensar más y mejor.
Por cierto, si decides casarte, ¿quienes tenemos posibilidades de ser afortunados/as?
Un abrazo br.

natxo
5 de junio de 2006 a las 03:49

Las bodas, yo la verdad tuve un profesor de derecho canonico, que lo primero que hizo fue vacunarme contra el matrimonio, " el amor, el amor para ustedes es un contrato mixto" y es cierto, es un contrato. Desde mi punto de vista -legal- (canonico) el 85% de los matrimonios que se celebran son nulos, y es una cuestion que los tribunales eclesiasticos tienen que empezar a reconocer y no "taponar". Dicho lo cual, es normal que la gente prefira la parafernalia (cuando no hay vivencia de gratuidad la liturgia se muta en rubrica) de la Iglesia a la de un Juzgado, frente al Cantar tres articulos del Codigo civil (2 minutos, haber cuando proclamamos una palabra tan breve) ¿qué falla en el Pueblo de Dios para que el signo sensible por excelencia de la gratuidad y del amor creador, este tan devaluado? Dono la fe que el 85% de los matrimonios que conozco son escuelas de santidad, luego el problema no es el matrimonio, sino la ausencia -real que no nominal- de Pueblo de Dios

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