Pues sí, acabo de obtener pruebas irrefutables de que soy anormal. Me he pasado esta mañana de domingo, cumplidos los oficios, leyendo con fruición de novicio trapense una obra bastante clásica de filosofía que muy poca gente ha leído, lo puedo asegurar, porque es bastante pesadita. Pero, curiosamente, me lo he pasado bien. Anormal, en definitiva. Porque la norma dice qué es lo que toca, y yo no lo hago. Estamos en fiestas en Valladolid y la ciudad está tomadapor gentes que bailan subidas en carrozas, y la norma dicta que, ya que estamos en fiestas hay que… La norma lo dicta, aunque como yo lo desconozco, pongo puntos suspensivos. Pero si uno se sale de la norma, es anormal. Y la cosa es sencilla, es una campana de Gauss, nada más que eso. Alguna gente se enfada si la llaman anormal, porque se supone que eso es malo. Cuando uno confunde la estadística con la ética es lo que pasa. Mas últimamente he desarrollado un olfato especial para detectar mi anormalidad. Mientras me entrego a uno de los que Tomás de Aquino llamaba actos del hombre y que no conviene detallar más, suelo leer algún suplemento cultural, a veces uno que se autodefine como contracultural, siendo esto último aquello, es decir, que presenta la contracultura como la única cultura (aún estoy pegándome con las antinomias kantianas, así que no le dedico mucho tiempo a estas chorradas del “pues yo más”) y leía no ha mucho que una de las películas que se guardan en los archivos de las productoras, porque nadie las quiere producir, dado su altísimo riesgo, es una en la que unos curas que tienen todo tipo de gustos y actividades sexuales, descubren una prueba de que Dios no existe… Y me quedo pensando si no me quedaré sin trabajo, es decir, sin dar teodicea. Y al mismo tiempo me sorprendo pensando que si existiese la más mínima solidez narrativa en ese guión ya se hubiese producido, porque en la mente de nuestros guionistas eso es precisamente lo normal (campanas de Gauss lo demuestran). Lo anormal es leer una vez más le estética de Hegel un domingo por la mañana… Vaya, lo dije. Soy anormal.Y, como debo ser algo masoquista, resulta que me gusta y no me duele, jejejeje.
de Sixto Castro Rodríguez, OP
Es doctor en filosofía y bachiller en teología, además de titulado en órgano. Trabaja como profesor de estética y teoría de las artes y de teodicea.