Desde hace ya unos cuantos decenios, se ha impuesto en la filosofía la máxima de que vivir adecuadamente es aceptar ut talis el hecho dela muerte. Desdeeste modo de entender la vida, todo lo que hacemos (cultura, religión, saber, amor, familia, etc.) no son más que analgésicos que nos permiten “burlar” o afrontar ese destino terrible, aspirinas que nos tomamos para un dolor de cabeza que, todo lo más, se puede ocultar, pero no remediar. Así, vivir auténticamente, sería adelantarse a ese hecho y renunciar a los analgésicos, como el moribundo que no quiere que le emboten el ánimo o el fusilando que no acepta la venda sobre los ojos. Pero si le damos la vuelta a la consideración de esos analgésicos y, en vez de como embaucadores los vemos como lo que realmente constituye la existencia, es decir, en vez de verlos como medicinas los vemos como alimentos, la cosa cambia, porque se convierten en elementos constitutivos dela existencia. Puedeverse el aire (así reflexionaba Kant respecto a las estructuras cognitivas) como un obstáculo que, con su rozamiento, impide a la paloma volar libremente o, correctamente, como la condición de posibilidad de su vuelo. Así veo yo todas esas cosas que para muchos son analgésicos, como los constitutivos fundamentales de la vida, siempre abiertos no a un no-ser-ya más, sino, de lleno, al misterio. Es bien pascual esto, creo.
de Sixto Castro Rodríguez, OP
Es doctor en filosofía y bachiller en teología, además de titulado en órgano. Trabaja como profesor de estética y teoría de las artes y de teodicea.