21
Jul
2008Jul
Aquí no hay nada que ver
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En las películas americanas, cuando se ha producido un accidente o un crimen, siempre aparece un policía que espanta a la gente diciendo: “Aquí no hay nada que ver”. Y dependiendo de los gustos de cada quien, puede ser más o menos verdad, ya que siempre hay gente a la que le apasiona lo morboso y experimenta ese extraño sentimiento que los alemanes llaman Schadenfreude, más o menos esa vaga alegría que invade al personal a la vista de las desgracias ajenas. Pero es que resulta que a veces es verdad que no hay nada que ver en algunos sitios. ¿Qué hay que ver aquí? Esa pregunta la hice en dos lugares recientemente y en ambos me contestaron: nada. Aquí no hay nada. No me lo puedo imaginar en boca de un español. Para cada uno de nosotros, nuestro pueblo, ciudad, el sitio del que procedemos siempre tiene algo que ver, sea la iglesia, la plaza, la casa del cura o el chalé que se ha hecho el alcalde a costa del erario público. Siempre hay algo, ese lugar al que orientamos al turista perdido que nos inquiere acerca de lo que no puede dejar de ver. Pero ando por sitios en los que los lugareños afirman que no, que aquí no hay nada que ver. Algunos teóricos llaman a los aeropuertos, las carreteras y esos sitios de tránsito, “no-lugares”, nombre horrible y totalmente errado para lo que vaya si es un lugar, pero bueno. Si aceptamos esa cosa, los no lugares no son los aeropuertos, pues, por muy horribles que sean, cada uno tiene su aquel, sino estos pueblos en medio de ninguna parte a los que ni siquiera sus propios habitantes aprecian, pues recomiendan al viandante que salga lo más pronto posible de ellos. Si ni los de casa lo valoran, ¿qué harán los foráneos? Aquí no se aplica aquello de "venid y lo veréis", ya que, aquí no hay nada que ver.