Las dominicas Catalinas de Valladolid van a dejar –momentáneamente– su cenobio para acometer unas reparaciones que van algo más allá de un maquillaje y una limpieza de cara. Vaya que si lo son: causa de fuerza mayor es la que saca las monjas de su convento (ojo que digo monjas, no monjitas: ¿nos gustaría que nos llamasen frailines o laiquines? –recordando el blog del otro día–). A diferencia de los frailes, que profesamos en una provincia de la Orden, por lo que podemos acabar en cualquier parte, las monjas profesan para ese monasterio, de modo que no debe ser cosa fácil salir de casa, tanto por lo que supone de traslado de historia (obras de arte, utensilios litúrgicos…) como por la historia que queda allí sin trasladar, es decir, el espacio para el que las monjas profesan. Es interesante que en este mundo en el que no hacemos más que conquistar espacios (¡40 años hace ya que llegamos a la luna!) y mirar al futuro, olvidando el pasado, haya quien nos dé testimonio de fidelidad también a un lugar, lo cual es cosa reseñable. Aunque no se van muy lejos –ni en el espacio ni en el modo de vida– supongo que a las Catalinas les costará este período fuera. Esperemos que no se prolongue mucho.
de Sixto Castro Rodríguez, OP
Es doctor en filosofía y bachiller en teología, además de titulado en órgano. Trabaja como profesor de estética y teoría de las artes y de teodicea.