Sep
¿Cetáceo?
1 comentariosHa amanecido una mañana muy nubosa en Roma, pero eso da igual. Por fin un día libre. Se nota que los capitulares lo necesitan y, además, es domingo y hay que santificar las fiestas, aunque a uno el evangelio de hoy le deje dando vueltas a la infinidad de sentidos de la parábola del administrador infiel. El capítulo se va acercando a su fin. Los temas principales del mismo quedan en las actas y los lectores de las crónicas oficiales y de las extraoficiales de Gelabert sabrán por dónde han ido los tiros. Para los que no teníamos voto en las asambleas, pero se oía nuestra voz por los pasillos (traductores, secretarios, etc.) los temas son también otros, muchos resumidos en frases que nadie que no haya asistido a la génesis de las mismas va a comprender, por mucho que se explique la situación. Sin su momento carecen de fuerza. ¿Qué más da que yo les diga “tormenta”, “cetáceo”, “por favor”, “hombre” o cosas por el estilo? Explicar a qué situación se refiere cada término sólo expondría el contexto, pero es difícil que nadie pueda vivir lo que no ha vivido (valga el extraño juego de palabras). Y esas cosas forman parte también del capítulo, en el que, por h o por b, siempre nos lo pasamos bien. Y alguien dirá: al capítulo no se va a eso, sino que el sufrimiento es una prueba del trabajo. Seguramente en otros modos de concebir la realidad, pero no en el dominicano, donde, se haga lo que se haga, de modo esencial, debería hacerse con alegría, optimismo, risa y gozo. Alguno de los reverendos que visitaron el capítulo insistieron en este aspecto optimista de lo dominicano. El actual Maestro de la Orden comentó que fue una de las cosas que le atrajeron de la misma. Hay muchas experiencias cristianas que se caracterizan, seguramente de modo legítimo, por la amargura y el pesimismo. Desde luego la dominicana no. Y eso se ve también en los capítulos, incluso extra Romam.