El rescate de Ingrid Betancourt, por lo que parece, ha supuesto en Colombia un revulsivo semejante a lo que supuso en España años ha el rescate de Ortega Lara. He estado echando un vistazo al vídeo de su liberación (en el que sólo se ve el antes y el después del hecho) y puedo imaginar que cuando a los secuestrados recibieron la noticia de su liberación se produjo ese fenómeno que Aristóteles teorizaba en su Poética, la anagnórisis, el conocimiento de un hecho que cambia por completo una situación, su significado presente, pasado y futuro. Porque esas cosas no sólo se dan en las tragedias, sino sobre todo en la vida real, que sobrepuja con mucho las reglas de la ficción (y proporciona nuevas direcciones para la misma). En cualquier caso, este tipo de situaciones suponen un cierto respiro. Porque esas fuerzas auto-organizadas en ejército (como si eso les proporcionase mayor justificación) –y en España sabemos un rato de eso–, que se autodefinen como el ejército del pueblo (¿qué demonios será eso, a estas alturas?) han provocado, probablemente, mucho más sufrimiento que otra cosa. Porque, como siempre ocurre, los que los sufren no son los poderosos, sino los de a pie. Y un ejército que se constituye (teóricamente) para salvaguardar a los de abajo, y acaba, a la larga, cayendo con todo su peso sobre ellos, porque los de arriba están bien parapetados en sus posiciones, plantea algo más que preguntas. Aquí lo sabemos bien: extorsionar, matar, amenazar acaban convirtiéndose en un fantástico negocio para los que no saben hacer otra cosa. Y si se le puede cubrir con el estético y “ético” manto de la de defensa del pueblo, lo popular o lo “nuestro” (definido por nosotros mismos, pescadilla que se muerde la cola, la aleta dorsal y las branquias), ¿qué mejor? Felicidades a Colombia. Ahora sólo falta que se arreglen los demás problemas que les acucian, que deben ser unos cuantos, aunque carezcan de tal valor simbólico.
de Sixto Castro Rodríguez, OP
Es doctor en filosofía y bachiller en teología, además de titulado en órgano. Trabaja como profesor de estética y teoría de las artes y de teodicea.