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Sixto Castro Rodríguez, OP

de Sixto Castro Rodríguez, OP
Sobre el autor

17
Ene
2009

Conceptos

2 comentarios

Sin duda que lo es. Cuando en las clases nos ponemos a hablar de Dios (en las que lo tienen por tema, a saber teologías varias, teodicea, etc, etc.) utilizamos un concepto. Cuando sale el tema de Dios en cualquier otra disciplina, ya no sabemos qué utilizamos, porque todo el mundo entra al trapo, como un Miura, y ya no hay manera de saber de qué se habla. En todo caso, los conceptos llegan hasta donde llegan y, por necesidad interna, tienen que dejar fuera de sí los particulares, es decir, las experiencias del individuo, sus formas de entender el mundo, las características de cada una de las cosas que quedan ejemplificadas por el concepto, etc. Y esa es la grandeza y la miseria del concepto: que abarca y expulsa. Por eso, aun a pesar de sus limitaciones, es clarísimo que podemos tener un concepto de Dios, como bien sabía San Anselmo que hasta el necio tenía. Ahora bien, qué capte de Dios ese concepto… es otro cantar. Porque seguro que sí, que cuando hablamos del motor inmóvil decimos algo que es verdad, pero se nos escapa tanto, tanta alteridad, tanta carga significativa. Y es que al motor inmóvil, a los conceptos, en general, no se les reza, y nuestra experiencia religiosa está marcada por una relación vital, que se fundamenta en una cierta conceptualización, mas con la conciencia clara de la limitación de la misma. ¿Quién dijo que no necesitamos conceptos en el ámbito religioso? Y ¿quién dijo que eso era todo lo que había? Somos habitantes de varios mundos, que existen y a veces vislumbramos juntos.

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Moisés
18 de enero de 2009 a las 12:01

Parte del poder y utilidad de los conceptos reside en su abstracción. Como bien dices, Sixto, abarcan y expulsan. Sin su abstracción, les ocurriría que serían inútiles: estaríamos en una situación similar a la de los Cartógrafos del relato borgiano, que levantaron un mapa del Imperio que coincidía puntualmente con él. También sería la desesperante situación de Funes el memorioso, que era incapaz de pensar, que, como dice Borges, es también “olvidar diferencias”. Lo malo del lenguaje sobre Dios, de los conceptos que utilizamos para hablar de Él, es que los utilizamos a veces idolátricamente: los confundimos con el propio Dios. A veces nos comprometemos con una determinada formulación dogmática, más que con la realidad a la que pretende hacer referencia. No debemos olvidar, además, que tratándose de Dios, siempre una infinidad se nos escapa. Comprometerse con Dios, creo, es también comprometerse con lo infinito desconocido, con la capacidad infinita de sorpresa permanente que bulle en la realidad de todas las cosas. Otro tanto ocurre con el ser humano: hecho a imagen y semejanza de Dios, permanece en él el hueco infinito de su mano creadora. Debemos reconocer los límites del lenguaje para que la realidad resplandezca preñada de vida.

Anónimo
18 de enero de 2009 a las 20:56

Animaría a la lectura de estos dos textos, uno el de Sixto, otro el de Moisés(¿remite este "onoma" al referente de la persona que yo creo que es? Por sus palabras diría que sí, por eso no me importa atreverme a unir ambos trozos de "symbola" y pensar en ese amigo hoy día ya de la familia dominicana, siempre recordado...). Es fundamental lo que ambos decís a propósito del "concepto" y de "Dios" (utilizo una "hendíadis" porque aclaráis muy bien lo que ocurre -y lo que no debe ocurrir- con ambas palabras). A estas alturas de mi "vocación" filosófica" en que tanto tengo que aprender, comentarios como los vuestros se muestran como "esencias textuales" que, fuera del recinto académico (y eso es estupendo) nos resumen el verdadero sentido de la FILOSOFIA (con mayúsculas, por si no se ve bien). Y como soy un aprendiz de "amante de la sabiduría" no tengo inconveniente en afirmar (obviando tanto sabio medieval y de toda época) que religión y filosofía son caminos paralelos que si se recorren con la actitud honesta de búsqueda, propia del ser humano (ese deseo innato de aprender, de interrogarnos en lo profundo por lo que realmente merece la pena)no pueden sino llevarnos, uno a experimentar la "religación" prometida, el otro al Verdadero Conocimiento... ¿Como llamar a "eso"? Siempre se ha comprendido que no se puede "aprehender totalmente", pero "coger una porción que nos remita a algo de su esencia" sí podemos... Bendito "Concepto" cuya grandeza impensable está dentro de nosotros.

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