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Feb
2008Feb
Convertere ad Dominum
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Efectivamente, uno parte de lo que tiene, de lo que es (o se ha hecho, le han hecho, que no vamos a discutir por eso) y no puede renunciar a ello. Ni debe. La parábola de los talentos es clara al respecto. Y esa es la visión cristiana. A cada quien, según su necesidad, y cada quién, según su posibilidad. Lo malo no es equivocarse, que es humano y todo el mundo está en su derecho a hacerlo. Lo malo es persistir en el error cuando se sabe que se está en el error. ¿Qué toca en tal caso? Pues lo que ayer nos decían al imponernos la ceniza: conviértete. El justo peca siete veces al día, más o menos, así que la mayoría de nosotros ni se sabe cuántas. Recuerdo que el coro de la Pontificia de Salamanca solía cantar por las fechas que se avecinan La Gallia de Gounod. Me encanta esa pieza. Son las lamentaciones de Jeremías, con esa llamada a la conversión de Jerusalén, que es tipo de la humanidad y de cada quien. Convertirse es una posibilidad que tenemos, y la posibilidad es el reino en el que nos toca ser y hacer (la necesidad, me parece, le compete sólo a algunas propiedades divinas, a las verdades lógicas y a los pesimistas). ¿Qué las cosas pueden ser de otro modo? Sin duda. ¿Qué sólo son palabras vacías? No, no existen palabras vacías. Las palabras hacen cosas, siempre.