2
Mar
2008Mar
Culturaza
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Estos días pasados hemos tenido aquí en casa, en el Instituto Superior de Filosofía de Valladolid, en colaboración con el Semsocu de la Universidad Europea Miguel de Cervantes, un mini-congreso sobre la Hermenéutica Analógica, esa corriente filosófica iniciada por Mauricio Beuchot, filósofo dominico mexicano, que va, paulatinamente, iniciando su senda española. Lo pasamos bomba, la verdad, pues, como siempre sucede en los congresos, además de las discusiones académicas, que suelen ser de gran altura y de mutuo enriquecimiento, hay tiempo para los cotilleos filosóficos, en los que unos a otros nos contamos las últimas novedades acerca de la génesis de tal libro, de por qué tal filósofo no acudió a aquel congreso, etc., etc. Lo sacro y lo profano, lo elevado y lo cotidiano se mezclan en los intereses de todos los asistentes a estos eventos. Y es que la constitución del ser humano es de pura curiosidad (cura, curiositas, que decía Heidegger, subrayando el elemento de preocupación que subyace a la búsqueda de justificación y de explicación de los fenómenos), tratar de encontrar ese clic, que Wittgenstein dice que nos salta cuando, finamente, comprendemos algo con lo que hemos estado luchando durante largo tiempo: ¡ahora lo entiendo! Las piezas encajan finalmente. Siempre buscamos explicaciones y nunca nos conformamos con fragmentos separados. Tratamos de pegarlos, de encajarlos hasta que forman algo coherente. Invito a quien quiera y pueda a formar parte de esta comunidad de interés filosófico a unirse a las conferencias que, con el título genérico de “Cultura contemporánea y pensamiento trágico”, se van a celebrar en el ISF de Valladolid. La mayoría, es decir, todas menos la mía, son y serán cosa fina. Luego no me echen en cara que no sabían