Me acabo de enterar, por boca de una modelo a la que le estaba afectando el mal de altura, que el origen del nombre dela Ordenes que nos llaman “domini canos” porque nos consideramos los canes de Dios, es decir, el nombre, según tan preclara doctora, viene de ese significado, no tiene nada que ver con Santo Domingo, qué va. La hipótesis enrevesada si no es la verdadera, suele ser la que más satisface a los lectores de fábulas. Y esta cosa la aseveraba esta buena mujer, en medio de otras bobadas que iba diciendo a propósito del Koricancha, nuestro convento de Cuzco, en Perú, en un documental en el que nos iba mostrando las maravillas de esa ciudad, a base de decir patochadas. ¿Qué interés tiene el hacer esos documentales de viajes en el que un personaje más o menos famoso nos cuenta sus “experiencias” en un lugar. A mí me gustan los imposibles: que los documentales acerca de los lugares del mundo sean lo más “objetivos” posibles. Sí, ya sé que eso suena raro, pero no quiero que me quiten mi experiencia fenomenológica de primera persona. Quiero ir, y si no puedo ir, me conformaré con la experiencia vicaria, pero para que lo sea, no puede venir tan filtrada que detrás del Koricancha sólo estén las bobadas que se le ocurren a una persona. Además, pro bono veritatis, si me ha colado tal sarta de paridas mentirosas (que no habrá sido cosa totalmente suya, sino de algún guionista mal lector de la wikipedia), ya, sin más, lo que me cuenta sobre la conquista española me suena sospechoso: ¿quién me garantiza que no se ha montado otra hipótesis rara al respecto? Que no, que los viajes, hasta los que son a base de alucinógenos, tienen que ser eso, experiencias de aprendizaje, no aprendizajes ya masticados.