14
Ene
2008Ene
Don Carlos
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Ayer se murió D. Carlos Martín Manjares, ex-deán de la catedral de Valladolid, quien jugó un papel imprescindible en la llegada de los dominicos de San Gregorio a Valladolid, con su Instituto Superior de Filosofía a cuestas. Ya se sabe que nunca fue fácil abrir centros de estudio para los frailes, pero D. Carlos, que siempre confesaba su simpatía por los dominicos, y que, de haber sido otras las circunstancias hubiese sido dominico (ipse dixit), ayudó muchísimo al establecimiento del ISF. Fue nuestro profesor de teodicea y crítica, y una de las lecciones siempre incluía la subida a la torre de la catedral de Valladolid (el ascenso intelectual prefigurado en ese ascenso de la torre) y unas racioncillas de calamares y patatas bravas o ali-oli. Yo tuve la suerte de acompañarle al órgano en sus misas del sábado por la tarde en la catedral durante unos 10 años, y ya era tanta la sintonía musical que existía entre ambos que cuando no se equivocaba uno, se equivocaba el otro. Solía yo seguirle sus homilías, de manera que, al cabo de tanto tiempo, casi sabía, una vez que había dado un requiebro dialéctico, cuál iba a ser su conclusión. Le gustaba citar en ellas a literatos, filósofos, teólogos, de modo que sus prédicas solían estar tachonadas de cultura, cosa que nunca viene mal, dado el panorama desértico que a veces impregna las iglesias dominicales. Poco amigo de soflamas, repetía una semana sí y otra también, aquello de Santa teresa: “Un santo triste es un triste santo”. Y a fe mía que nunca le vimos triste, al contrario, siempre humano y siempre cariñoso. No sé si tenía el “titulo” de benefactor de la Orden. Tuviese el papel o no, que es lo de menos, los dominicos le queríamos como a uno de los nuestros. Descanse en paz Don Carlos.