Ago
¿Dónde está Holanda?
6 comentariosAyer viajaba yo en un autobús con un destino que no da más para el argumento de lo que sigue. Resulta que en el autobús iba uno de esos muchachos misioneros de los adventistas que recorren inasequibles al desaliento nuestras ciudades. No sé si hablaba español o no, porque se puso a hablar en inglés con unas señoras que venían detrás de él. Él les dijo que venía de Idaho (es lo que capté de la conversación, que se desarrollaba unas filas más adelante y sólo pillé algo por casualidad, ya que venía leyendo un libro de esos de éxito rechinante, que me tenía sorbida la atención por completo) y ellas le replicaron que venían de Holanda. Y he aquí la clave del asunto: él les preguntó: “¿dónde está Holanda?” . Aquí fue donde me surgió la reflexión: ¿cómo se puede predicar la palabra de Dios (o lo que sea) sin saber dónde está Holanda? ¿Cómo se puede argumentar, establecer la veracidad de una propuesta sin saber un mínimo de lo demás, lo que también tiene que ver, aunque de otra manera, con esa proposición? Porque para contar el kerygma, hay que saber dónde está Holanda. No, no es un problema de los gringos. No quisiera que las cosas se fueran por ese vericueto. Es un problema general de la(s) Iglesia(s), que no pueden encerrarse en sus cosas y olvidar aquello que consideran accesorio. He ahí la originalidad de Santo Domingo: ¿quieres predicar? Ok, pero primero estudias trivium, quadrivium, luego teología y luego predicas. No antes. Sin universidad (en el sentido más amplio del término), no cabe predicación o al menos, predicación significativa que no sea una repetición de frases de dudoso contenido.Y eso lo vio Domingo en el siglo XIII.