Ciertamente nos pasaa todos, claro que sí. Moverse siempre cuesta más que caminar, aunque los móviles, en ausencia de rozamiento sigan en ese movimiento uniforme, indefinido… Pero nosotros no somos móviles físicos, sino personas de carne y hueso y a veces salir del propio cubil es cansado… Quizá hace frío, puede que esté oscuro y a lo mejor me encuentro con alguien que tiene razones, incluso razón. Y todo esto viene a propósito de la vuelta al seno materno de los lefevrianos, que a mí, la verdad, ni fu ni fa. Y uno puede decir que qué éxito del ecumenismo, que qué maravilla la unidad, que no sé qué, que no sé cuánto… La verdad es que el ecumenismo supone dialogar y en eso, me temo que las jerarquías católicas, con todo lo bueno que en ellas hay, no sonlas más expertas. Habría que haber preguntado a los lefevrianos qué demonios les llevó a romper la comunión, por qué consideraron el concilio una traición y escucharles. A lo mejor decían algo interesante, aunque me parece que, en este caso, estaban muy, pero que muy errados. Existe la tentación de pensar que cuando uno va por el carril equivocado de la autopista, todos los demás son los suicidas que quieren acabar con uno, que es el empeñado en ir por el carril correcto… Claro, se me aducirá que en cuestiones de revelación no valen las reglas, a lo que diré: ¡Vaya que sí valen! Todo lo que somos, hacemos y decimos se rige por reglas y eso no es malo ni bueno, sólo es condición de posibilidad de las acciones humanas. Pero sí, la benevolencia hacia la diversidad –gran cosa– a veces da la impresión de que no se aplica equitativamente y de que se premia (levantar la excomunión) a unos sí y a otros no. No sé, me encanta la misa en latín, porque me encanta la polifonía cristiana, lo cual no significa que, junto a la misa en latín me cuelen de rondón prácticas preconciliares y que (¿será que miento?) quizá han dejado de ser cristianas (no significa que no lo fuesen en alguna ocasión, recuerden aquello de la distinción in fieri et in esse). Simplemente pasaron y aquí la historia sí que es también una suerte de criterio de definición. La tradición judeo-cristiana está tan anclada en lo histórico que volver a ponerse el amito no puede convertirse en criterio de nada. Estamos a otras cosas, hombre de Dios.
de Sixto Castro Rodríguez, OP
Es doctor en filosofía y bachiller en teología, además de titulado en órgano. Trabaja como profesor de estética y teoría de las artes y de teodicea.