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El arma egoísta
2 comentariosNo sé en qué periódico fue. Pudo haber sido en cualquiera, pues es una de esas imágenes que ya no suponen novedad alguna. Se trataba de un tipo con un arma, un Kalashnikov, para ser exactos. Según dicen, es el arma de los pobres, porque es certero, económico y manejable. Quién sabe. Y mientras miraba a ese tipo zarandeando el subfusil, me vino a la mente la tesis de Dawkins del gen egoísta y toda la sociobiología que la rodea, y que, resumidamente y a riesgo de ser injusto, viene a decir que usted, yo, el de más allá y la señora del quinto no somos más que vehículos que tienen los genes para perpetuarse, máquinas que éstos han generado para seguir siendo. No es una gran novedad. A esto Schopenhauer le llamaba voluntad, y no le ponía rostro. La voluntad busca perpetuarse. Pero Dawkins y estas gentes quisieron ser más precisos y llamarle “el gen egoísta”. Claro que, por las mismas razones, y ahí quería yo llegar, podíamos pensar que en vez de los genes son las armas las que nos han generado para perpetuarse. Somos sólo vehículos que las armas usan para seguir siendo. Seguro que le suena ridículo, pero si nos fijamos sólo en los datos, es probable que haya en el mundo más armas que genes (bueno, no tantas, pero en la teoría de los grandes números viene a dar lo mismo). Siempre se puede poner un objeto, considerarlo la parte genética de todo discurrir (humano y no humano) y extraer las tesis que se quiera. Ahora bien, al igual que se puede hacer esto puede hacerse lo otro, y decir que somos sólo máquinas que los chistes se han creado para perpetuarse a sí mismos. Eso suena mejor, es más divertido y seguro que menos lesivo. Cambie un arma por un chiste, a ver si cuela.