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Sixto Castro Rodríguez, OP

de Sixto Castro Rodríguez, OP
Sobre el autor

26
Oct
2012

El cuerpo

3 comentarios

Ayer salía de un convento, y mientras pasaba por el claustro, olía el incienso que se estaba quemando en la iglesia. Y me preguntaba qué fiesta era, qué se celebraba. Al salir vi la respuesta: un funeral. Si uno asiste a él, no piensa en ello; si lo ve de lejos, tampoco presta atención, pero si pasa al lado de los deudos, seguramente pueda dejar que el pensamiento vagabundee sobre un hecho que todavía a Machado le planteaba bastantes preguntas (no sé si sigue haciéndolo, aunque sospecho que sí). En fin, lo que me vino a la mente es el respeto que el ritual cristiano de difuntos tiene por el cuerpo que se despide. El incienso, el agua, las oraciones, todo simboliza, recuerda y realiza ese carácter sagrado del cuerpo, vivo o muerto. Y eso me hizo pensar en la falta de razón de quienes sostienen que el cristianismo niega el cuerpo, lo maltrata, lo rechaza. Habrá muchos cristianos que lo hagan, sin duda, como los hay que hacen tantas otras cosas. Pero no forma parte ni de la fe ni de la celebración de la misma esa idea un tanto gnóstica, sino justamente lo contrario. ¿Cómo iba a defender tal cosa una religión cuyo dogma central es la Encarnación? Incluso cuando no sabemos muy bien qué hacer, el ritual nos recuerda qué nos cabe esperar… también por medio del incienso.

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Pangloss
27 de octubre de 2012 a las 01:47

"Anima corpori unita plus assimilabitu Deo, quam a corpore separata, quia perfectius habet suam naturam" (De Potentia, q.5,a.10, ad.5)

como incienso en Tu Presencia
27 de octubre de 2012 a las 09:30

" Suba mi oración hacia Tí, Señor, como incienso en Tu Presencia " El incienso honra el cuerpo del fallecido y se hace oración envolvente en los deudos,cuando solo el dolor es oración, acompaña en el duelo. Un racionalismo mal entendido,en occidente, rechaza determinados signos como el incienso. Olvidan el origen oriental del cristianismo, que hace uso cotidiano del incienso en su oración. Del uso de esencias,en tiempo de Jesús,se hace eco los relatos evangélicos. Olfato. Hálito.

Cercana la fiesta de Fieles Difuntos. Memoria y Oración por aquellos que partieron, que nos acompañan y apoyan con su intercesión.

Álex
17 de diciembre de 2012 a las 15:10

El cristianismo sí ha despreciado y condenado el cuerpo, la carne y la mente. Las excepciones son las que ha salvado: el cuerpo autoflagelado, muerto o virginal. La Encarnación es precisamente la excepción, lo que solo ha sido uno y nadie más; y, aún así, el cristianismo se regodea del cuerpo torturado de ese señor. A los profanos en Teología y Dios nos da la sensación (probablemente equivocada) de que el cristianismo sabe muchísimo más de cómo es el infierno que el cielo, y de ser así, eso reforzaría más mi idea que la suya, don Sixto. Las buenas palabras del cristianismo y su retórica metafísica pocas veces se han correspondido con la realidad real, la del cuerpo y las neuronas pensantes: despedir en paz un cuerpo muerto no es lo mismo que haberlo dejado vivir en paz. Gracias.

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