De nuevo un enlace en esa máquina prodigiosa de brindar novedades que es el Youtube. Me lo ha enviado Jeniffer, desde mi amadaRepública Dominicana, y me ha hecho pensar en lo que constituye el arte. Según se nos cuenta, con sólo dos ensayos, más de 200 extras montaron esta coreografía. Pero lo que me llama la atención es todo lo que rodea a la misma, y que constituye la verdadera obra de arte, es decir, lo “inesperado” de la misma para los que por allí pasaban, muchos de los cuales, como en el teatro griego, dejan de ser mirones (que a eso se ha reducido buena parte de lo que hoy entendemos por "público") y toman parte en esa experiencia. ¡Allá vamos! ¡Sumerjámonos en la creación, que es autocreación! Lo artístico y lo religioso, en Grecia, no estaban tan separados como los creemos hoy. La experiencia estética y la religiosa, por necesidades “departamentales”, hoy se considera que, en el caso de que existan, son cosas bien diversas, “estados computacionales distintos”. ¡Qué enorme empobrecimiento el dislocar a la persona y disgregar su vida en estancos a los que se confina no sólo el tabaco, sino las distintas parcelas vitales, incomunicables! De esta división nos viene esa tesis, que se remite a las célebres guerras de religión europeas, pero desde luego no a consideraciones antropológicas, de que la religión ha de estar refugiada en lo privado, mientras que lo público queda reservado para…, no sé para qué. Pues bien, en esta especie de performance en la estación de Amberes, lo público se convierte, de repente, en el lugar de todos y el público se convierte en parte de lo público (suena raro, ¿verdad? ¿Por qué será?).
de Sixto Castro Rodríguez, OP
Es doctor en filosofía y bachiller en teología, además de titulado en órgano. Trabaja como profesor de estética y teoría de las artes y de teodicea.