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El soplador de Bach
2 comentariosAlguna vez me ha dado por pensar qué escucharía, cómo viviría su suerte el tipo o los tipos (cabe suponer que alguno fuese repetidor) al que Bach tenía contratado para que le diese aire al órgano en el que tocaba o componía. Se dice que Bach era un eximio improvisador y en la novelilla “La pequeña crónica de Ana Magdalena Bach”, que es apócrifa pero quién sabe si veraz, se nos cuenta que Ana Magdalena se enamoró al entrar en la iglesia y escuchar el sonido del órgano… Hoy entramos en la iglesia, damos a un interruptor y voilá, a tocar. Pero las cosas no eran tan fáciles en los siglos XVII y XVIII. El aire del órgano se procuraba no por un motor, claro está, sino por medio de diferentes tipos de fuelles, que se accionaban, con las manos, con los pies, caminando sobre ellos (casi como en un gimnasio de los que salen en la tele), accionando palancas manualmente, y de mil formas más. Y cuando Bach tocaba (y digo Bach porque es Bach, qué rábanos, aunque hay una plétora de gentes coetáneas a las que no me hubiera importado escuchar en directo) allí estaba el tipo ese proporcionándole aire. Por eso me pregunto: ¿Qué escucharía? ¿Cómo viviría su suerte? Seguro que no tenía ni idea de que estaba escuchando en directo, y en rigurosa primicia quizá la mejor música de la historia. Si era cultivado prestaría atención; si no, ejercería su trabajo de modo mecánico, esperando que acabase de tocar el viejo peluca. Y sin embargo, había asistido a un acontecimiento absolutamente único, irrepetible, y de una altura artística sin par. ¿Se daría cuenta? ¿Me han p