En estos días pasados, de asueto y relax, cuando llegaba la hora de la siesta de la que no suelo disfrutar durante el año, y que, en realidad no era ni siesta ni nada, sino más bien un estado de amodorramiento transitorio tumbado en el sofá (y, créanselo, arropadito con una manta) he visto cosas que ni siquiera el replicante Roy de Blade Runner hubiera podido relatar y que, por suerte, se perderán, ahora también, como lágrimas en la lluvia. Me refiero a los programas de sobremesa-siesta, que uno pone para que el runrún de la tele le arrulle mientras Morfeo se deja caer por allá. Pero Morfeo debía de salir pitando al escuchar a toda aquella ganadería de gallináceos llamándose de todo, confesando impúdicamente lo más inconfesable y ejerciendo todo tipo de violencia mutua, gratuita y chabacana. Vaya “kk” de tele, pensaba. Porque de noche, vuelta a lo mismo. Que si tú, que si X se ha liado con Y, que a su vez había estado liado con Z, ex-amante de X. Pero esa máquina de generar mierda que es la tele, también puede generar joyas. Y ahí va una. Ayer no podía reprimir la sonrisa de los labios –una sonrisa constante, alegre, agradecida–, al ver el programa “Pueblo de Dios”, dedicado a las misiones que la provincia de España tiene en Perú. Ver aDavid, al que le ha salido una magnífica calva que se va agrandando por momentos, hasta que llegará el momento en que le cubrirá por completo, aRafa(al que se le ha pegado el “asento” de allá de modo conspicuo), a Ricardo Álvarez Lobo, Roberto Ábalos, Santiago Echevarría… y hastaPaco Faragóque se marca una firma hitchcockiana dejándose caer por una escena. Eso sí merece la pena verse y no olvidarse: la factura, impecable; el contenido, inmejorable. Hay algo en común con aquellos “documentales” que en súper-8 nos pasaban en la Virgen del Camino (fuimos unos privilegiados en formación antropológica: ¿quién demonios tenía información de primera mano de cuestiones etnológicas amazónicas? La pena es que entonces no lo valorábamos, creo, como tampoco valorábamos el Quijote…), mas el formato es nuevo. Y sin embargo, el mensaje, el mismo, como dice en él Santiago Echevarría: aquí estamos con ellos (Heidegger diría Mitsein, que queda de un filosófico subido, pero ya el apaktone lo descubrió antes, y antes Bartolomé de Las Casas, y antes…) y seguiremos adelante adonde ellos vayan.
En fin, que no hay que ser muy perspicaz para concluir de todo esto que recomiendo vivísimamente que mi lector (si aún queda alguno) vea este espléndido documental que, por suerte y según me informan es to be continued. Aguardo con impaciencia de amante neófito la segunda parte.
de Sixto Castro Rodríguez, OP
Es doctor en filosofía y bachiller en teología, además de titulado en órgano. Trabaja como profesor de estética y teoría de las artes y de teodicea.