28
Nov
2006Nov
El zapatero formal
2 comentariosEl zapatero al que suelo llevar a arreglar mis zapatos (me acostumbro a ellos y sólo los tiro cuando no hay fuerza humana que pueda hacer que recuperen la compostura) tiene escrito en una pizarra, a la vista de todos los clientes: “que Dios te conceda el doble de lo que me desees”. La verdad es que difícil encontrar un principio de acción más adecuado para la vida cotidiana, por muy formal que sea éste. Es la ventaja y el inconveniente de las éticas formales, a diferencia de las materiales. Éstas prescriben lo que hay que hacer, mientras que aquéllas sólo nos dan la forma de la acción. Así son las máximas kantianas, pero también lo es la regla de oro del Evangelio: no hagas a otros lo que no quieras que te hagan a ti, o a la inversa, desea para los demás lo que desearías para ti mismo. El zapatero (no soy aún tan devoto de las series americanas ni tan cool como para llamarle “mi zapatero”, porque hoy todos tenemos hasta “mi antenista”, o al menos eso nos quería hacer creer la Sexta cadena: consulta a tu antenista. Vaya bobada) sin duda sabe que es bien fácil dar principios concretos de la acción. El decálogo se reduce, en último término, a dos máximas, como aprendimos de niños: ama a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo. Oiga, ¿y eso en qué se concreta? Ahí es donde entra cada uno. La libertad de los hijos de Dios, que pueden y a veces hasta deben equivocarse buscando el camino y la concreción de eso. Mañana iré a recoger mis zapatos y pensaré qué le puedo desear al zapatero.