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Enséñame tu casa
4 comentariosCuando uno visita una ciudad o un país que no conoce, los frailes jóvenes del lugar que le hospedan suelen, pronto, enseñarle la ciudad, los sitios de interés, los recursos y medios de transporte, es decir, todo aquello que puede necesitar para moverse por el sitio y disfrutarlo en sus ratos de ocio o de negocio. Los viejos del lugar (y uso esta palabra con toda la intención, porque un fraile bien querido de mi convento, que ya murió hace unos años, decía que él era viejo, no de la tercera edad o cosas así, y lo decía con tal alegría y celebración como la que espero tener yo si llego allá) suelen enseñar la casa, y por casa no me refiero tanto al edificio, que se ve enseguida, sino a ese hogar en el que habitamos: la lengua. Buena parte de los líos que tenemos montados en casi todas partes se deben a que alguien quiere desbaratarnos la casa, el lugar en el que habitamos sin darnos cuenta de tan a gusto que se está, la propia lengua. De eso se da cuenta uno cuando se pasea por otros lenguajes en los que no ha nacido. Pero ahí están los viejos del lugar, que tienen paciencia, ganas y tiempo para escuchar y enseñar su casa para que, en la medida de lo posible, sea también la de uno. (Algunos incluso enseñan latín a las jóvenes generaciones que, así, amplían su hogar con una habitación nueva). Gracias mil.