Abr
Errante y errado
9 comentariosGoogle me avisa de que este mes pasado he estado en tres hoteles. Me deja entrever que debería haber pernoctado en el convento. Así es Google, buena gente. Me alegro de que tal información no haya caído en las garras de algún chantajista. Con tales datos de buena tinta podría haberme obligado a posicionarme en favor de la amnistía a los políticos corruptos, de la rebaja de las penas por malversación o de cosas igualmente absurdas, so pena de hacer saber a mis superiores que paso las noches en lugares de tránsito.
También a mí me llamó la atención no recordar dónde pasaba las horas nocturnas, así que me fui a ver en qué hoteles había estado, y, si el oráculo tenía a bien revelármelo, con quién, que toda esa información es bienvenida para conocerse a sí mismo.
Ajá. En efecto. En un hotel de mi pueblo estuve tomando un café con un amigo (aunque llamar hotel a algo que es poco más que bar-casa de comidas-quizá pensión es hacer de ese término una comba más que elástica, pero la inteligencia artificial tiene la última palabra). El segundo es un “hostel” que linda con un convento de dominicos madrileño, santa predicación en la que, ciertamente, pernocté. Esta inteligencia no distingue entre una ferretería y una cartuja, si se da el caso de que son contiguas. El tercero es un hotel que queda en una calle que sube hacia el convento antes mentado. Habré pasado por delante y Google decidió que había pasado allí la noche.
¿A quién creería alguien que se hiciese subrepticiamente con esa información? ¿A mí o a la máquina infalible? Algunos filósofos apelan al “principio de testimonio”, que dice que, en ausencia de evidencia en contra, debemos creer al testigo. Esta chapuza googleana no es testimonio en contra de mi declaración. Pero eso solo lo sé yo. Es más que posible que quien tenga que elegir entre mi testimonio y lo que diga esa máquina se fíe de su precisión y haga referencia a mi pobre memoria o a mi deseo de ocultar juegos de noches insomnes.
Pasada la Pascua, en la que celebramos la Resurrección, cabe recordar que, contra el testimonio de los apóstoles, las mujeres y demás testigos del hecho, se crearon “dispositivos” teóricos de todo tipo: que si mintieron, que si robaron el cuerpo, que si Jesús tenía un gemelo, que si no estaba muerto, solo de parranda, que si, que si…, que sí. En el acto de fe, decía Tomás de Aquino, siempre hay un elemento de voluntad. Quien no está dispuesto a creer a alguien no lo hará en ninguna circunstancia. Quien no quiera creer que no estuve pernoctando ni festejando en esos tres hoteles tiene ahora un magnífico dispositivo a su disposición para negar mi testimonio. Lo que yo diga carece de valor ante un dispositivo errante errado. ¿Quién nos creerá en cosas más serias sin la fuerza del testimonio?