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Sixto Castro Rodríguez, OP

de Sixto Castro Rodríguez, OP
Sobre el autor

20
Feb
2008

Ese dibujante

1 comentarios

 

El dibujante aquel de las viñetas de Mahoma ha sido expulsado del hotel en el que vivía. El hombre estaba allí escondido ante la condena que le echaron encima, y los demás hoteles de la zona, en previsión de las consecuencias que les puedan caer sobre sus hombros (“canguelo, en román paladino) han decidido no cobijarlo ni darle asilo. Apestado queda. ¿Hizo bien o mal en publicar esas viñetas? La cuestión no es esa, en absoluto, al menos hoy. La cuestión, por el contrario, es que es muy fácil solidarizarse con los demás, defender la libertad y cosas por el estilo, en abstracto y sin ponerse en riesgo. Lo estamos viendo cada día de la boca de los artistas (y aquí entran desde los que salen en la tele a los que hacen altísimas obras de arte conceptual) y demás gente pseudo-intelectual que se tientan mucho la ropa antes de condenar algo o, dicho de otra manera, sólo condenan lo que previamente ha sido sancionado socialmente como lícitamente condenable. No entiendo cómo, por ejemplo, en España, no hay una condena unánime por parte de todos los personajes públicos de esa panda de imbéciles que impiden a las gentes del PP dar charlas en las universidades, por el solo delito de ser del PP, pero no dicen nada, por ejemplo, cuando los nacionalistas andan por el mundo (a cargo del erario público) contando sus cuentecillos de pueblos idílicos de gnomos invadidos por los españoles (Por cierto, ¿no es una enorme injusticia que un número mínimo de votos nacionalistas controlen y decidan la política de todo un país?). ¿Acaso no son todas las ideas defendibles con argumentos? Claro, pero curiosamente, las que menos fuerza tienen más requieren de la espada, de la amenaza, del chantaje. Que los hoteles nórdicos, el estado danés, la unión europea o el sursum corda dejen con el culo al aire al dibujante ese, con el riesgo evidente que tiene de que le peguen un tiro por un quítame allá esas pajas, es un delito de lesa majestad. Europa no puede permitirse ese lujo. Y si lo hace, tarde o temprano, quizá no hoy ni mañana, pero sí algún día, que decía Bogart en Casablanca, lo pagará.
 
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Makarios
22 de febrero de 2008 a las 09:18

El miedo es libre y el dinero se tienta la ropa muchas veces antes de ponerse en riesgo. Los hoteleros que, seguramente clamarían por la libertad de expresión ante las fatwas de los ayatolás, ahora ponen de patitas en la calle al dibujante.Una posible bomba en recepción asusta.
Otro punto de vista es el de un musulmán -antes moro-, amigo, que me decía cuando se publicaron las viñetas: “si escupes para arriba, siempre te cae el salivazo en los ojos” ¿Tendrá algo que ver este refrán con la situación del dibujante?
Por otro lado, si algún día tienes un problema cuya solución dependa de una persona que testifique, dalo todo por perdido y renuncia al pleito. Nuestra solidaridad es de mera boquilla y no va más allá de una expresión vehemente, pero en voz comedida para que no se oiga demasiado y “yo no sé, yo no vi, yo no escuché o, el más socorrido: yo no me acuerdo”, es lo más concreto que ningún juez podrá sacar a alguien. Si estamos escudados en la masa, es otra cosa.
Otro tema: ¿y por qué vamos a condenar a los descerebrados que defienden la libertad impidiendo que los “no suyos” hablen? No se como es en otros países, pero aquí, en este, están los miistas y los otristas y a estos, ¡ni agua! Ah, si entre los otristas hay un cura o mejor un obispo, miel sobre hojuelas: ¡ya tenemos responsable!

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