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Feb
2008Feb
Ese dibujante
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El dibujante aquel de las viñetas de Mahoma ha sido expulsado del hotel en el que vivía. El hombre estaba allí escondido ante la condena que le echaron encima, y los demás hoteles de la zona, en previsión de las consecuencias que les puedan caer sobre sus hombros (“canguelo, en román paladino) han decidido no cobijarlo ni darle asilo. Apestado queda. ¿Hizo bien o mal en publicar esas viñetas? La cuestión no es esa, en absoluto, al menos hoy. La cuestión, por el contrario, es que es muy fácil solidarizarse con los demás, defender la libertad y cosas por el estilo, en abstracto y sin ponerse en riesgo. Lo estamos viendo cada día de la boca de los artistas (y aquí entran desde los que salen en la tele a los que hacen altísimas obras de arte conceptual) y demás gente pseudo-intelectual que se tientan mucho la ropa antes de condenar algo o, dicho de otra manera, sólo condenan lo que previamente ha sido sancionado socialmente como lícitamente condenable. No entiendo cómo, por ejemplo, en España, no hay una condena unánime por parte de todos los personajes públicos de esa panda de imbéciles que impiden a las gentes del PP dar charlas en las universidades, por el solo delito de ser del PP, pero no dicen nada, por ejemplo, cuando los nacionalistas andan por el mundo (a cargo del erario público) contando sus cuentecillos de pueblos idílicos de gnomos invadidos por los españoles (Por cierto, ¿no es una enorme injusticia que un número mínimo de votos nacionalistas controlen y decidan la política de todo un país?). ¿Acaso no son todas las ideas defendibles con argumentos? Claro, pero curiosamente, las que menos fuerza tienen más requieren de la espada, de la amenaza, del chantaje. Que los hoteles nórdicos, el estado danés, la unión europea o el sursum corda dejen con el culo al aire al dibujante ese, con el riesgo evidente que tiene de que le peguen un tiro por un quítame allá esas pajas, es un delito de lesa majestad. Europa no puede permitirse ese lujo. Y si lo hace, tarde o temprano, quizá no hoy ni mañana, pero sí algún día, que decía Bogart en Casablanca, lo pagará.