Mar
Espera un poco, hombre
3 comentariosAún está caliente la elección del papa y ya ha empezado la carrera destripadora. No sé si tiene familia, pero espero que se ponga a buen recaudo, porque la avidez de detalles que parece haberse instalado en el imaginario colectivo no se va a saciar fácilmente, y van a perseguir a sus allegados, amigos y a mirar con lupa su pasado para contar cosas. Acaba de convertirse en hecho informativo cualquier cosa que tenga la menor relación con él. No habían pasado 5 minutos de la elección y ya las redes sociales estaban llenas de fotos, a favor y en contra. O bien besando los pies de un niño o bien de la mano de Videla. Ya hablé hace poco de la profunda desconfianza que me inspiran las imágenes, que no valen más que mil palabras, qué va, sólo tienen una eficacia psicagógica mayor, que decía Platón, hasta que uno las pone en su sitio. Dame la imagen y déjame pensar, por Dios, no me pidas que salga como un toro del toril sin saber muy bien hacia dónde. A los 10 minutos unos alababan su humildad por elegir el nombre de Francisco y otros le acusaban de soberbio por lo mismo. Tengo un amigo que se sometió a una evaluación “científico-académica” y, basándose en el mismo hecho (el mismo), un miembro del tribunal le puso la máxima puntuación y otro la mínima. Para uno su currículum era impresionante porque tenía una enorme amplitud de miras. Para otro, ese mismo hecho merecía un cero: era simplemente dispersión. En fin, como alguien quiera contentar a todos seguramente perderá su alma.
También les toca esta carrera a los jesuitas, de refilón. Unos los elevan a las alturas elíseas y otros los ponen como la fuerza más oscura de la historia. También tendrán, seguramente, que ir preparando una cierta actitud de distancia hacia las presiones de lo que se dice, se cuenta y se comenta. Ayer mismo le escribí a un amigo jesuita para felicitarle por la elección, y me contestó la cosa más sensata: sólo sé que es argentino, y no sé nada más. Recemos por él. Es lo más sensato que se puede decir, y esas fueron las primeras palabras de Francisco. ¿El de Asís, el de Javier, el de Sales? Quizá todos y quizá ninguno.