Ene
Extras angélicos
1 comentariosUn elemento fundamental de cualquier película son los extras. Esos tipos mal pagados que se contratan a granel. De vez en cuando uno se resiste al foco y deja de fijarse en los galanes y galanas que merodean por la escena, haciendo que su vista vague entre los extras. A diferencia de los actores principales, acariciados por la cámara y mimados por el director, el productor y demás gerentes, los extras –supongo– pasan más frío que un perrillo abandonado. Las estrellas reciben cuidadosas indicaciones de qué deben hacer, cómo deben moverse y comportarse, pero los extras están frente a la cámara, seguramente con instrucciones muy genéricas: no mires al objetivo, finge tener una conversación agradable con tu compañero de mesa o cruza por el paso de peatones cuando se te indique, y ni se te ocurra tener alguna genialidad que nos destroce la escena. Supongo que no hay una escuela de extras en la que se enseñe a estar sentado de manera cinematográfica o a tomar un refresco como si toda la maquinaria filmográfica no estuviese allá. ¿Quién iba a pagar por eso? Además, parte de la vocación y del sueldo del extra pasa por la convicción de que nadie se va a fijar en uno y por el buen hacer para que así sea. Sin embargo, y esta es la clave del asunto, un mal extra puede fastidiar una película.
La vida que cada quien protagoniza está llena de extras, de personajes casi imperceptibles que hacen que la existencia que uno cree el centro de la creación llegue a fructificar o sea un desastre. Además de los secundarios, en nuestra película hay multitud de extras constantes, extras casuales, extras temporales y extras sobrevenidos. Como en la de Tomás de Aquino. En su día, hoy, se glosa su inmensa tarea y se paladea la apoteosis del Santo, que bien la merece. Vemos su película (o mejor, sus películas) y nos fijamos muchas veces en los grandes actores secundarios que lo acompañan, como Reginaldo de Piperno o Guillermo de Moerbecke, a los que da gusto ver actuar en la pantalla. Pero pocos se fijan en los extras (quién sabe, sus priores, sus provinciales, sus familiares, sus alumnos, los frailes que compartieron refectorio con él, sus colegas de docencia olvidados… porque de la mayoría no nos ha llegado memoria). Los extras de la película del Aquinate, sin duda, desempeñaron bien su papel. Como él mismo dijo “non omnes omnia possumus”. Pues claro que no: si no todos podemos hacer todas las cosas, y hacemos bien lo que hacemos, es en gran medida porque quien hace lo que debe hacer no mete la pata. Memoria también para ellos en el día del doctor Angélico.