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Felicidad
0 comentariosCarol Zaleski, en un artículo de cosas teológicas, afirma que “nuestros ancestros tenían miedo del infierno; nosotros lo tenemos del cielo. Pensamos que será aburrido”. El aburrimiento, en el pensamiento contemporáneo (quizá de Schopenhauer en adelante, Heidegger incluido) es una de las peores cosas que le pueden acontecer a uno, de modo que de ahí derivamos que incluso la felicidad perfecta, en cuanto perfecta y no necesitada de nada ajeno, acabará siendo aburrida. ¿No parece un oxímoron? Felicidad aburrida. Si uno se aburre, entonces deja de ser feliz, y a la inversa. No, no me voy a meter en cuestiones escatológicas, que sabe Dios a dónde nos llevan (y Dios Padre nada más, parece ser, jeje), sino en reflexiones antropológicas. El sufrimiento toma muchas formas, y el aburrimiento es una de ellas, que se instala en el alma y la va carcomiendo poco a poco. Mas, salvo que uno esté en un profundo estado de melancolía, parece que no tendría por qué aburrirse: libros, películas, paseos, amigos, conversaciones, música, mirar a los pájaros gandulear, pensar en la existencia de marcianos, yo qué sé, hay tanto por hacer y tantas cosas que pueden plenificar, siquiera parcialmente, una vida. La melancolía misma, terrible, ha dado lugar a muchas bellezas artísticas y literarias… ¿Por qué temer a la felicidad? Seguramente porque, como sucede en muchas ocasiones, hacemos una traducción equivocada y la sustituimos por algo que, a la postre, acaba hastiando, cosa que hasta Epicuro sabía.