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Sixto Castro Rodríguez, OP

de Sixto Castro Rodríguez, OP
Sobre el autor

4
May
2009

Felicidades, Ignatius y Julio

2 comentarios

Hay muchas cosas en la vida que causan pesar, sin duda, pero también hay otras tantas que causan alegría. Mira, sin ir más lejos la profesión de Ignacio y Julio en la fraternidad seglar, orden tercera o como queramos llamarla, que al fin y al cabo no deja de ser Orden de Predicadores con todas las letras, llámese como se llame. Y es que si ya nos resulta extraño en este mundo moderno el que uno, más o menos apuesto, listo y más o menos arreglado del coco quiera meterse fraile o monja, donde poco a poco, y siguiendo el camino que nos trazaron nuestros mayores vamos encontrando nuestro lugar en el mundo (Sitz im Leben, dicho en fino, o chichinleben, que ni es aquello ni esto, pero contiene también su filosofía)... Y eso que el camino, si bien no existe, pues cada quien anda su senda, que decía el poeta, se entrevé mirando lo que anduvieron los que nos adelantaron y precedieron. Y claro que hay modelos laicales, y muchos, pero para los que no sabemos mucho de esto, nos da la impresión de que, uau, la virtud tiene que esforzarse sobremanera. Ya no es la vida religiosa el estado de perfección aquel que nos cantaban los clásicos. Bastante más tienen que ejercer la virtud Ignacio y Julio que yo, sin duda alguna, porque en mi caso, si no me hago virtuoso, la vida comunitaria “me va puliendo” velis nolis, y al final, hasta de las piedras salen hijos de Dios, ¿no es así? Mas nuestros laicos, chapó (o chapeau), vaya si tiene trabajo por delante. Les deseo, como hermano, la mayor de las felicidades en la mejor de las vidas posibles, la dominicana. ¡Qué exagerado! Ven y lo verás….

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Ignacio Antón, op
4 de mayo de 2009 a las 23:12

Querido hermano, como ya os dije a muchos de los que me conocéis desde hace años, la tarea empezada por Sto. Domingo no ha dejado nunca de seducirme, y me he dejado seducir. Y si se me permite parafrasear de nuevo un texto bíblico vocacional, ¡Ay de mí si no soy dominico! ¿Se puede sentir una vocación así siendo laico? ¡Caramba!, pues eso es lo que a mí me ha pasado. Y desde hace siglos les viene pasando a muchos. Acaso parezca hoy en día que lo del compromiso formal es una formalidad, valga la redundancia, trivial e innecesaria para ejercer la vocación de laico. Pero no lo es, de ninguna manera; nunca lo ha sido. Toda vocación pide de ti una respuesta, de intensidad proporcional a la llamada. Cómo expresar, si no, la gratitud por el don recibido. Cómo dar las gracias, si no, a Dios y a vosotros, mis hermanos, por vuestra misericordia. Cómo manifestar, si no, el deseo profundo de compromiso con la Nueva que es Cristo.

Mi querido amigo, dificultades nos sobran a todos: laicos, frailes y monjas, porque todos estamos en el mundo aunque de distinta manera. Afortunadamente, vamos juntos en el camino. Gracias, siempre, a ti y a todos los que nos acompañáis siguiendo los pasos de Domingo.

Un fuerte abrazo.

julio jara
6 de mayo de 2009 a las 15:46

Gracias por tu acogida, y gracias también a todos los hermanos y hermanas que me habéis abierto esta casa de predicadores, que ya había prendido en mí, pero que ahora me invitáis a lo hondo. Todo empezó sin querer. Y me dejé llevar, porque por fin, después de muchas vueltas, llegué a Casa. Tomé el Único camino, porque la casa de la que yo hablo es la casa del tejado que anda. Esa casa que yo idealizaba antes, que era sólo un sueño, ahora se encarna en una casa abierta. Una casa donde se comparte la vida, y la vida es compartida. Una casa donde la confianza y el perdón son sus cimientos. Una casa donde, más que una comunidad, es una fraternidad de hermanos que trabajan para los demás. Una familia que tiene por identidad la entrega de lo contemplado. Una casa vacía, a fin de cuentas, pues no se queda con nada, todo para los otros. Una casa donde nos habita Jesús.

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