Jun
Fernando Soria
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Ayer se nos murió Fernando Soria, OP, o mejor, como dijo Justino, “se nos ha ido”. Estaba acostumbrado desde hace años a pasar de acá para allá, por los dos lados del espejo de la vida hasta que, finalmente, el corazón, que le resistió durante un montón de años contra todo pronóstico, se paró, quizá porque San José, de quien era devoto, decidió echarle un cable en el trance de debilidad de estos últimos días. La verdad es que se nos ha ido un abuelo que nos hacía los días más inspirados y más llenos de dulzura, pero me da la impresión de que hacía mucho que estaba dispuesto a irse y no sólo dispuesto, sino preparado, pues llevaba toda su vida velando armas. Hace un par de días, en uno de esos paseos renqueantes que su gastado organismo todavía le permitía dar por las terrazas de San Gregorio, bromeaba yo con él y le decía que preparase bien su juicio, que buscase un buen abogado defensor. Y me respondió que tenía al mejor. Sin duda que tiene al mejor y no va con las manos vacías. A nosotros nos deja un poco más huérfanos, pero hay que dejar que la gente se vaya cuando tiene que irse. Dicho sea de paso, hace unos días se cumplió el aniversario de la muerte de su hermano Carlos, y recuerdo que aquel día (y así lo reflejé en el blog) algunos frailes estábamos viendo el episodio Heidi en el que ésta se reencuentra con su abuelo. Ayer, curiosidades del destino, Moisés y yo estuvimos un rato viendo Marco, el sueño que Marco tiene de que reencuentra a su madre mientras es feliz nadando en el mar. No hay casualidades, sólo encuentros y reencuentros.