Nov
Flew voló
3 comentariosAyer me encontré por casualidad con el obituario de Anthony Flew. Ya no sé si sabía que se había muerto, si escribí algo aquí o no. Pero bueno, en cualquier caso merece uno (o más) comentario. Quizá fue el ateo más famoso de su generación, pero nunca fue despectivo con la creencia. Simplemente creía que filosóficamente no se podía mantener la creencia religiosa, fundamentalmente porque no era falsable. No hay nada que podamos ofrecer como refutación de la creencia. Y eso defendió a lo largo de casi toda su vida. Hasta casi el final, pues al final de sus días se convirtió al teísmo, a la creencia en Dios (no sé exactamente los matices de su fe), movido por el argumento teleológico. Por muchas vueltas que le demos, la sensación intuitiva que tenemos de que hay algún tipo de orden en el mundo que ha permitido que el universo haya llegado hasta nosotros (sí, así, que nosotros estemos donde estamos), ha de responder a un plan sigue presente en el debate. A muchos esto no les convence de nada. A Flew, al final, fue lo que le hizo cambiar de opinión. Obviamente, muchos no pudieron soportarlo y cuentan que fue influido, ya senil, por alguna secta de evangélicos impenitentes que habrían logrado una sonora victoria atrayendo a su redil al ateo más filósofo (o a la inversa) de las últimas épocas. ¿Quién sabe qué habrá pasado por su vida, cuál habrá sido la “evidencia” exacta que le hizo cambiar de convicciones? ¿Quién puede saberlo? Lo que más me llamó la atención de Flew es que, ante todo, fue un pensador elegante, respetuoso. Y eso tampoco se estila tanto por nuestros lares.