Sep
Frailes de Asia
1 comentariosEntre los muchos dones que la Orden concede a sus frailes, uno nada despreciable es la posibilidad de andar por el mundo y encontrar siempre un convento y unos frailes que le acogen y le hacen sentir como en casa. No es fácil comprender esto hasta que se vive. Por circunstancias de la vida, tengo la suerte de estar en eso que se llamaba (y se sigue llamando, aunque ahora sólo lo hacen los que le quieren vender algo exótico) el lejano oriente. Y aquí estoy, escribiendo en un ordenador que tiene un teclado con caracteres latinos, chinos, coreanos, todo en uno, viviendo en un convento de los frailes de la provincial del Santo Rosario. Si estuviese hospedado en un convento de mi provincial, no me sentiría major acogido que aquí. Y eso no es todo. El visitante habitual ve lo habitual. El fraile que llega por estas tierras tiene la suerte de que los frailes de acá le llevan a ver sus lugares de trabajo, de misión, la vida real, vamos, lo que no se ve habitualmente. Lo que para un turista son horas de planificación, para el fraile son minutos de disponibilidad: si quieres venire a tal sitio, yo salgo para allá en media hora. Pues vamos. La verdad es que estoy encantado de ver un mundo tan diferente, aunque tan semejante en lo fundamental. Como diría Heráclito, nunca encontrarás a dos frailes iguales, pero como diría Parménides, lo esencial permanece siempre lo mismo. Gracias a los hermanos del Rosario.