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Genealogías
1 comentariosEn realidad es una estupidez supina, pero no deja de ser un índice de por dónde van las cosas en este mundo en el que, si bien todos claman por la igualdad, en cuanto pueden, los que pueden, se suben al carro de la diferencia ostentosa y, si es posible, inalcanzable para los demás. Porque, ¿qué sentido tiene que a nuestra futura reina, Leticia, con z o con c, qué más da, si suena igual, le hayan buscado un ancestro real? Si se mira con un poco de detalle, se verá que, con casi la misma probabilidad, cualquiera de nosotros provendrá también de algún rey, de antes o de después. Lo que pasa es que nadie que no tenga mucho tiempo disponible se pondrá a rebuscar en las ramas de la historia para mostrar al mundo que su antepasado en no sé qué generación previa era rey, reina o monje trapense. ¿Qué más da? Da, claro que da. Y eso no hace más que demostrar en qué chorradas uno pone su propia existencia, en qué la cifra y en qué la basa. Hace tiempo oí comentar, en un programa divulgativo de historia, que la mitad de la población (creo que asiático-europea, pero no nos vamos a pegar por cuestión de números ni de lugares) procedía de Gengis Khan, que debió de ser tan prolífico como luego hubieron de serlo sus sucesores, lo que me lleva a concluir que tengo un 50% de posibilidades de proceder del señor que asoló medio mundo. Y si no, en cuanto siga hacia atrás, ya encontraré otro, sin duda el mismísimo Adán. Y ¿qué nos va a ti y a mí?, que le decía Jesús a su madre en Caná. Pues a nosotros poco, pero las instituciones necesitan cada vez más legitimación, en los tiempos que vivimos… Mas creo que el hecho de que cualquiera proceda de Favila, o del oso que lo mató, tanto le debería dar. Vamos, pienso.