Nov
Grünewald
2 comentariosAyer estuve disfrutando con mi amol Sudabee de la Nacional Gallery del D.C. Creo que ambos nos lo pasamos bomba, y noté una cosa que me hizo pensar: me fijaba en una serie de cuadros, que llamaban poderosamente mi atención (la mayoría góticos o renacentistas) y cuando los miraba recordaba que la vez anterior también me habían llamado la atención los mismos cuadros precisamente por los mismos detalles. Quizá es que la memoria almacena ciertas cosas que van configurando y conformando nuestra apreciación. Por ejemplo, hay una crucifixión de Matthias Grünewald que me encanta. Es expresionista a pesar de ser del siglo XVI (o precisamente por serlo). Parece burda en su ejecución, pero es poderosísima (ojo a las manos de San Juan). Hay otra crucifixión, de no recuerdo que autor, en el que los ángeles que recogen la sangre que cae de Cristo en sendos cálices no pueden ni mirar a la escena que presencian, mientras que un ángel y un demonio llevan, respectivamente, las almas de los dos ladrones, en forma de niños, a su destino final. Todo eso me conmueve mucho. Y luego, Susi y yo pasamos a la zona de arte contemporáneo, con una sensación de dejá vu y algunas risas divertidas en algunas salas. ¡Qué viejo se ha quedado lo nuevo y qué nuevo sigue siendo lo viejo! Esa lección, junto a la de que los autobuses chinos, en general, viajan por encima de los límites de velocidad permitidos en los diversos estados, son algunas de las que saqué en el fantástico día de ayer.