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Herejías y demás
1 comentariosEn una excelente obra que acaba de publicar, con el sugerente título de “El rostro de Dios” (pendiente de traducción, supongo), el filósofo británico Roger Scruton se hace eco de una idea muy interesante que ya señalaba Johannes Crellius allá por el siglo XVII. Este teólogo socianiano señalaba el contraste que existía entre la intolerancia que, a su parecer, el catolicismo mostraba hacia los herejes y su coexistencia y aceptación de "los judíos y los musulmanes", con quienes negociaban sin mayores problemas y cuyas “blasfemias contra Cristo”, afirmaba él, se ignoraban tranquilamente. La razón de fondo por la que todas las religiones tratan con dureza la herejía, según Scruton, es que las pequeñas desviaciones son las que ponen en peligro la ortodoxia. Hay un umbral más allá del cual una desviación ya no cuenta como tal, sino que uno se pone claramente fuera de una comunidad, de una forma de vida o de un sistema de pensamiento, y ya no representa un riesgo para ninguno de ellos. Esto sucede en cualquier forma de vida o de saber. En todos ellos (religión, ciencia, arte, política...) hay herejías que se combaten con dureza, y, más allá, están esos individuos extravagantes que el núcleo de las instituciones mira, en el mejor de los casos, con compasión y risa, si es que no es con desprecio. Pero eso sucede siempre y en todas partes. Y me da la impresión de que son los debates sobre las cuestiones específicas los que consiguen que las cosas cambien y avancen. Cuando uno cifra todo a un órdago del todo o nada es más que probable que sea completamente ignorado, como aquellos que han roto con todo lazo que les vincule a aquello que quieren cambiar. Y digo esto porque escucho en la radio a todo tipo de tertulianos que saben perfectamente cuáles son los cambios radicales que tiene que llevar a cabo el Papa Francisco, muchos de los cuales, le situarían bien lejos de sí mismo. Vamos al paso, que dicen en la República Dominicana y así se llega bien.