Jun
Igualdad, claro
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En general, las cosas de la vida suelen ser algo más complicadas de lo que permite entrever el único libro que muchos han leído. Sí, alguno de mis lectores lo habrá adivinado: estoy pensando en nuestra flamante ministra de igualdad. Y ya estamos, dirá alguno, para una idea que hace avanzar la sociedad en determinados valores, siempre tienen que salir a criticarlo estos frailes pegados al pasado. Jejeje, cabe la posibilidad, pero cabe también justo la contraria, y es que la institucionalización de las cosas precisamente contribuya a la muerte de esa misma cosa. Es célebre la sentencia de Cicerón, que decía Timeo hominem unius libri. Quien no ha leído nada se parece más al que ha leído mucho que el que sólo ha leído un libro, pues éste último se aferra a las ideas de esa obra con fuerza, quizá porque son lo único que le propociona una cierta estabilidad en el fragor de la vida cotidiana. Nuestra ministra, aparte de decir una bobada detrás de otra (que nos salen carísimas, porque es probable que ella gane en un mes lo que yo en medio año), las dice a partir de una sola idea: la ideología patriarcal. Y es cierto que ese es un principio básico del feminismo, pero ni es el único ni puede uno quedarse sin más sólo con él y, al modo de un metafísico de la estricta observancia, dedicarse, desde tal atalaya, a dar mandobles a todo el mundo. No sé si se dan cuenta, pero las ideologías suelen acuñar algunos principios, pocos preferiblemente, para erigirlos en valor absoluto y utilizarlos como fulcro para mover el mundo. Y resulta que las cosas suelen ser un poco más complicadas. Y no basta con considerar que la mayoría de los hombres siguen en un contexto patriarcal (porque habrá que detallar eso un poco más) para justificar el propio salario. Ya sé que esto suena poco correcto, pero es que el imperio de la banalidad se nos come poco a poco, porque nos impide pensar por qué las cosas (omito conscientemente el verbo). Lo que demuestra esto es que basta hacer un cursillo de introducción a algo (en este caso al feminismo, pero puede aplicarse a la economía, a la política, la cultura, el arte...) para llegar a ser ministro, presidente o sabe Dios qué. Ah, pero es incorrecto políticamente decirlo