Ene
Imperium coloniae
2 comentariosEl imperio de la colonia es terrorífico. Si se sienta uno un rato delante de la tele, le preste atención o no, colonias patrocinadas por los personajes más raros y estrafalarios (actores y demás intelectuales incluidos) le asaltan y se le suben a la chepa, velis nolis. A Kant no le debían gustar demasiado las colonias, ya que en uno de sus sesudos textos las critica por invadir el espacio ajeno, oséase, que uno sacaba su pañuelo perfumado y, como ocurre con la música del chunda-chunda que llevan en el coche los horteras que se van con la música a otra parte, hacía partícipe de su olor a todo el mundo, dejándole inerme para decidir si oler o no oler… Porque los ojos se pueden cerrar y hasta los oídos dirigir hacia ciertos estímulos, pero… ¿las narices? Parece imposible no oler. Pues hemos llegado al extremo de que las colonias no nos entran por las narices, sino por los ojos. Hay tantas y de tan distintos olores (cabe suponer) que, si yo tuviese que comprar una, lo haría teniendo en cuenta quién la anuncia... para no comprarla. Hay personajes que se han hecho ciertamente insoportables a lo largo del año pasado, a pulso, y ahora nos quieren vender colonias. No sé si los anunciantes se dan cuenta de que cabe comprar así, no dejándose guiar para comprar por el individuo que sale sosteniendo la colonia, sino no comprando el perfume que manipula tal personaje. Es como todo en la vida. Quien inspira más desconfianza que confianza, no puede esperar que se le crea todo lo que dice, ni siquiera cuando es verdad. Feliz día de Reyes y que sus majestades no les dejen cosas que nunca van a necesitar.