13
Ago
2006Ago
Impíos
1 comentarios“¿Son ustedes padres de la Iglesia Católica?” , nos preguntaba un chiquillo, un carajito, que dicen aquí, en El Seybo. “Ah, así que ustedes son los impíos”, concluyó, sin terminar de creérselo del todo. “¿De qué iglesia tú eres?”, le pregunté. “De tal y cual”. Me contestó. “¿Qué hacen los impíos?”, insistí. “Dicen palabras malas, bailan…”. Y sin embargo, a pesar de todo, este carajito, cuyo nombre no recuerdo, pidió permiso a su familia para venir con nosotros a bañarse al río. Y se lo dieron. Cuánto tonto del culo (con perdón) hay suelto por el mundo ejerciendo la función de predicador, en cualquier iglesia, católica incluida. No tengo ni idea de cuál es el ideal de dominico. Sólo en una ocasión le dije al anterior maestro de estudiantes, Jesús Díaz Sariego OP, una cosa, que él sabía bastante mejor que yo: no aceptes a los burros. Un predicador puede ser lo que sea, pero un burro hace mucho daño, porque la “burrez” va de la mano de la intolerancia, de la exclusión y, lo que es peor, de la autoafirmación personal caiga quien caiga. Por lo visto, uno puede ser un impío desde el punto de vista religioso, pero en cuanto se cruzan las miradas, deja de serlo y se convierte en un amigo. El tonto del haba que trataba de convencer a ese muchachito de que los católicos (y en general todos los que no perteneciesen a su iglesia) eran impíos, estaba sembrando en él, sabiéndolo, la semilla de la maldad. Dios se lo haga pagar a él y a todos los que siembran la cizaña entre los hombres. Por suerte, los ojos y las sonrisas, a falta de buenos argumentos, hablan más y mejor que las soflamas de todo a cien. Aviso para navegantes.