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Sixto Castro Rodríguez, OP

de Sixto Castro Rodríguez, OP
Sobre el autor

30
Jun
2021

Indultos teológicos

3 comentarios
tribunal2

Este asunto de los indultos muestra la viveza de la teología. Por algún sitio he contado que la teoría de las artes es teología disfrazada y varios politólogos, de modo especial Carl Schmitt, sostienen que las categorías políticas son categorías teológicas secularizadas. El caso del indulto es palmario. Es una gracia y, como tal, inmerecida. Es por tanto algo que rompe el orden natural de las cosas, como el milagro. Las leyes, divinas y humanas, se ponen aparte. Los teólogos se han devanado los sesos por ese carácter de pequeña injusticia que –a nuestros ojos– tienen la gracia divina y el milagro (¿por qué ese es el elegido? ¿Qué tiene que no tenga yo?) y no seré yo quien siquiera piense en resolver la cuestión que, es, insisto, eminentemente teológica y no tiene nada de secular, como lo es buena parte de la teoría política. Hobbes sostenía que Dios permitía el mal porque podía. ¿Por qué le atiza inmisericordemente a Job? Porque puede. Por analogía, se desarrolla la omnipotencia del gobernante moderno absoluto. De eso quedan resabios: indulto porque puedo. No hay más que hablar.

No obstante, el cambio que se ha dado en esta deriva es que, quizá por actuar de modo inconsciente, esta teología ya no es racional, argumentativa ni nada que se le parezca, sino que es teología sentimental. "Puedo porque siento". Los principios son los sentimientos, y esos son inexpugnables. Los filósofos modernos pensaban que los sentimientos eran individuales, personales e intransferibles (y un tanto farragosos y opacos, dicho sea de paso), mientras que el concepto era aquello que pretendía universalidad. Ahora los sentimientos pretenden derechos y esto nos abre a un mundo nuevo, inexplorado y complicadísimo, porque la apelación al sentimiento se ha aceptado como regla válida de razonamiento y puede utilizarse como antaño se usaba un modus ponens, es decir, como un recurso lógico válido. De esta premisa, aplicando la regla del sentimiento, puedo derivar aquella otra. Y así, ley tras ley, en las que se legisla a partir de qué o cómo se siente cada quien, indulto tras indulto, construidos sobre sentimientos respetables (y otros preteridos, no se olvide ese detalle), aunque con ellos vaya la bolsa y la vida…  vamos dando paso a un mundo nuevo en el que dioses de chichinabo van llenando espacios que nos seguimos esforzando en dejar vacíos. Teología sentimental. No pinta bien.

 

 

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Zum
1 de julio de 2021 a las 07:45

Si a ese "Puedo porque siento" le añadimos una palabra y lo convertimos en un "Puedo porque ME siento", matamos dos pájaros de un tiro.
Indultamos y convertimos el la en lo o en le o a la viceversa.
Y como siguen siendo sentimientos...pues así no va.

Micaela
2 de julio de 2021 a las 07:36

Es muy difícil catalogar la conducta humana. Ya lo dijo el inteligentísimo Weber. Tampoco existe código que recoja la diversidad de situaciones, con sus agravantes y también con sus atenuantes. Es imposible adentrarse en el corazón de las personas ni en sus mentes, que no son transparentes para nosotros; tampoco en sus sentimientos, que son mudables como los nuestros. Para comprender al hermano necesitamos mucho más que de un ejercicio racional. Decía fray Timothy Radcliffe que el crecimiento en comprensión rebosa amor. Comprender al hermano exige un esfuerzo y conlleva un riesgo: abandonar nuestra posición, nuestra seguridad que es también racional, y permitir el acercamiento hasta dejarnos alcanzar por sus dudas y sus miedos. Igual somos nosotros los que salimos transformados.

Manu
4 de julio de 2021 a las 08:35

Es la reflexión más inteligente que he leído sobre el asunto de los indultos. Ojalá lo leyera nuestra desnortada Conferencia Episcopal.

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