Ago
Intelectuales y pasta
0 comentariosEn un periódico, alguien comentaba que los intelectuales no estaban alzando su voz en estos momentos de crisis. Y que si su responsabilidad era no sé qué, no sé cuánto. La figura del intelectual es una creación moderna, muy meneada por la gauche divine francesa, que se remonta quizá hasta el célebre escrito de Zola, aquel “yo acuso”, y que creo que no sirve para nada, porque ahí caben Sartre y Ramoncín, Chomsky y Pepiño Blanco, yo y el otro, es decir, cabe todo, lo que equivale a que no significa nada. Ahora bien, si nos referimos a la gente que gasta su vida pensando, la cosa cambia. Es muy poco lo que, a corto plazo, pueden cambiar las ideas, que van cayendo por acá y por allá y no se sabe cuándo florecerán… Y a veces uno piensa que si prosperan demasiado pronto, corta será su vida (¿recuerdan a Fukuyama y su fin de la historia?... Pues eso mismo). Pero eso no significa que no haya que generar ideas, pensar críticamente (esto en un pleonasmo) y decir lo que uno piensa, es decir, poner a funcionar la propia conciencia.
No sé demasiado de economía, más allá de la estrictamente doméstica, y de ésta he aprendido que si el dinero se derrocha por un lado y se quiere seguir teniendo dinero, hay que sacarlo o bien de las reservas que uno tiene, o de un préstamo, o de los amigos. Bueno, pues esa es la extraordinaria política de un gobierno incapaz que llevamos padeciendo mucho tiempo: gastar para comprar voluntades (en paridas, buena parte, pero paridas lo suficientemente sólidas como para soportar el cartel del plan E o para engañar a alguien con la idea del reparto de la riqueza –¿alguien se cree que con seis meses de 420€ puede vivir una familia?– que ni es reparto ni es nada), porque lo único que se ve aquí, desde hace unos años, es lo de Lampedusa, sólo que en rancio: no es que todo cambie para que todo siga igual, sino para peor. Que tenemos el peor gobierno desde que yo tengo memoria no sé si admite discusión. Gasto descontrolado y subida de los impuestos… de quien cobra por nómina. Tiempo ha, di un dinero a una causa nobilísima… pero como no aparecía en el “libro secreto de las buenas causas”, que decide el Estado (quizá sea un duendecillo bondadoso quien lo escriba) no tuve posibilidad de acogerme a esa desgravación. Es mentira que con esta subida se redistribuya la riqueza, es mentira, sólo se consolida el poder que, como el espíritu del mundo hegeliano, pero en cutre, va pasando de unos a otros y siempre está presente. Hemos pasado de Hegel viendo a Napoleón y cayendo casi de bruces a el ciudadano medio viendo a nuestros políticos y bostezando de aburrimiento, desgana y algo de desprecio.
¿Algún consejo? Todos los que tienen algún tipo de convivencia familiar (o semejante) pueden incluirla en sus declaraciones y ahorrar dinerillo que, en vez de dárselo al Estado (que puede comprar tanques con él o casi peor, cadenas de televisión), puede destinarlo a la construcción de una escuela en X. Todos, salvo los religiosos. Si alguien tiene una idea, (parejas, tríos, cuartetos de hecho o cosas semejantes) nos aliviará mucho no sólo a los frailes, sino quizá a los destinatarios posibles del dinero que no nos hurtará el Estado.