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Sixto Castro Rodríguez, OP

de Sixto Castro Rodríguez, OP
Sobre el autor

11
Feb
2010

La catequesis de la grúa

4 comentarios

Ayer coincidió que un antirrobo del coche, un aparato que bloquea la dirección, de cuya existencia no tenía la menor idea, se estropeó. Así, sin más, de modo intempestivo e inopinado. En el mundo electrónico en el que vivimos, ese bloqueo imposibilitó el arranque del coche (ah, cuánto eché de menos los coches de antes, que se arrancaban simplemente empujándolos y metiendo la segunda). Pues bien, hube de llamar a la grúa, llevar el coche al taller… vamos, lo habitual en estos casos. Coincidió que el operario gruísta me preguntó si era profesor de la universidad (ya que es allí donde me vino a recoger), y de qué y patatín y patatán, lo que se suele hacer para entablar una conversación con quien vas a compartir cabina por un espacio de una hora. Ah, filosofía, interesante. De ahí, al sentido de la vida y de éste a la cuestión de Dios. El buen hombre aprovechó para catequizarme. Al principio del diálogo-monólogo (como los diálogos de Platón, donde en contrincante de Sócrates poco más dice que “sí”, “realmente”, “¿cómo podría ser de otro modo?” o el famoso “por el perro”) me apercibí de que era cristiano, pero sólo después de un rato de que no era católico. Enseguida averigüé a qué confesión pertenecía, no me fue difícil, y cuanto más tiempo pasaba más claro se veía, pues de las consideraciones generales fue pasando a las particulares y concretas. No sé decir si en lo esencial sus apreciaciones coincidían con las católicas. Quizá sí: la concepción de Dios como amor, que cuida de sus “criaturitas” (término que repitió en una miríada de ocasiones), el plan de Dios sobre la humanidad… Pero hay otras que están bastante alejadas: Jesús como primera criatura, que no es Dios (bien arriano que suena esto), casi como un eón que coexiste con el Padre, el espíritu como la fuerza de Dios, y este “sistema de cosas” ordenado y regido por el espíritu del mal, un poder no semejante a Dios, pero casi, que por lo menos le planta cara. Si a esto añadimos una lectura ultraliteral de los pasajes bíblicos, todo eso daba lugar a un cóctel difícil de digerir. Pero no era eso lo que me daba que pensar. Al contrario, la pasión que este hombre ponía en contarme cómo percibía que la vida tenía un sentido, lo cual le hacía inmensamente feliz, me hizo pensar en la necesidad de raíces que todos tenemos y en cuán feliz se vuelve un hombre cuando piensa que las ha encontrado. No sé si los católicos se nos ve esa sensación de redimidos en la cara. Ojalá fuese así, aunque no tengamos por qué contarlo a tiempo y a destiempo.

 

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Catalina
11 de febrero de 2010 a las 18:38

Interesante. Ud hizo como Santo Domingo, ser dominico itinerante....Santo Domingo justamente queria eso, ayudar a todos a buscar la verdad, en este mundo donde casi nadie intenta vivir por ella y darse y ayudar a los demas a buscarla. Sino mas bien vivir para si mismos ocultando todo aquello que nos incomode.

Anónimo
11 de febrero de 2010 a las 19:36

Sixto, quizá, además de ese sentido que él ha encontrado a la vida, haya que admirar su afán por hacértelo llegar. Es lo característico de algunas personas. Se convierten en plúmbeos compañeros desde la seguridad de que es preciso proclamar ese sentido. Es, quizá, lo más sorprendente: no temer hacerse el plomo, pasar por achicharrantes, porque lo que quieren transmitir se merece todo lo demás, incluido el ser estigmatizados. Si encima son buena gente y te entretienen un rato...y no precisamente hablando de zp...

jaimemarlow
11 de febrero de 2010 a las 22:40

Me juego mi paga mensual (puedo hacerlo, porque sé que no la voy a perder de todas maneras, jeje) a que el operario gruísta - predicador no era español (por lo menos, no español de origen). En este país, la gente cada vez es más cínica y, por lo tanto, menos feliz.

Lector
15 de febrero de 2010 a las 03:30

¿Y qué pasó después? ¿Le dijiste, o descubrió, que tú también eres cristiano? ¿Hiciste como santo Domingo con el posadero?

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