28
Sep
2006Sep
La comida metafórica de los aviones
4 comentariosHe de confesarlo: me gusta la comida de los aviones. Qué le voy a hacer, pero es así. Sé que es casi políticamente incorrecto, porque todo el mundo abomina de ella: que si es de plástico, que si es insípida o no sé qué cosas más. A mí me encanta y por lo que veo a mi alrededor cuando vuelo, a la mayoría de los que van en el avión, también, porque no suelen dejar ni las raspas. Los que somos hijos de escuela apostólica, en la que las monjas, como es natural, no se andaban con miramientos, comemos casi lo que nos echen, y nos suele gustar más que menos. Una cosa es lo que uno hace en público y otra lo que se guarda para sí en privado. En público pocos se atreven a decir que la comida de avión es buena y sabrosa (no será alta gastronomía, pero es más cantidad que la bobada esa de la cocina deconstruida, y la cantidad cuenta, vaya que sí), porque parece que uno se ve reducido al estado de ovejuela a la que ceban en conjunto, sin poder elegir a la carta. Y sin embargo, solemnos jactarnos de comer sabe Dios qué cosas en tugurios callejeros, porque eso es lo típico (?), aunque después Moctezuma se vengue teniéndonos una semana sentados en el excusado. Sin duda, la comida de los aviones comparada con la de los chiringuitos es una metáfora de la vida cotidiana. Está lo que se puede decir (según los estándares politico-culturales vigentes) y está lo que se quiere hacer. Esta esquizofrenia, que se da en lo cultural, en lo religioso y en todos los ámbitos de la vida que son significativos, acaba por pasar factura, de eso no hay duda. La solución, la misma que daban Heidegger y Tomás de Aquino: escapar de la inautenticidad y dejar que sea la propia conciencia la que rija nuestra vida.