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La conciencia se deja tomar
1 comentariosDesde hace unos días, los medios de comunicación han tomado conciencia (porque la tengan o no, de vez en cuando “la toman”) de esa terrorífica tragedia que asola al Congo. La bomba que ha segado las piernas de una monja española, burgalesa para más señas, nos ha puesto en primera página una tragedia que debe de ser algo inefable. No, no me voy a poner en plan acusica de nadie, ni siquiera de mí mismo. Si de algo soy consciente es de nuestra limitación y de que llegamos hasta donde llegamos. Y está clarísimo de que ni yo ni ninguno de los que me leen podemos hacer absolutamente nada para evitar que se maten a machetazos en esa región, o que la gente languidezca de hambre y de pena en improvisados hospitales (por utilizar alguna palabra que se asemeje siquiera lejanamente a lo que aquello debe de ser). Es posible que firmemos campañas e incluso que consigamos que alguien (¿quién será el tal alguien?) que tenga intereses allá presione de alguna manera para… No sé para qué. En ese aspecto no soy tan optimista como suelo. Creo que el problema está unos cuantos pasos más atrás: me hago la composición de lugar, y veo que de la situación que nos retratan no puede salirse si no es volviendo sobre los pasos de muchos y desfaciendo el tuerto, que diría el ingenioso hidalgo, allí donde se torció. Es un puro dolor que, de cotidiano, nos deja indiferentes. También los pitagóricos se preguntaban por qué no se escuchaba la música de las esferas. Pues porque estamos siempre inmersos en ella y sólo cuando deja de sonar, por paradójico que parezca, la escuchamos. Es la ausencia la que, a veces, delata la presencia. Algo p