Oct
La danza de los siete desvelos
3 comentariosEsta tarde he tenido la suerte de estar paseando por una playa poblada no de bañistas, porque estaba cerrada al baño, debido a los fuertes vientos, pero sí de personajes del más diverso pelaje. Me fijé, durante un rato, especialmente en una chica de no mal ver, que llevaba un biquini mínimo y que se dedicaba a bailar como si nadie la estuviese viendo (o como si la estuviese viendo todo el mundo, que para el caso es lo mismo). Hay que decir, en mi descargo (o para mi desgracia), que yo estaba a bastante distancia. Me llamó la atención el papel de agujero negro o gran atractor que ejercía: nadie pasaba a su lado y quedaba indiferente, es decir, nadie pasaba sin darse cuenta, y todo el mundo hacía gestos ostensibles de que habían notado su presencia bailarina y algo más. Es más, al rato tenía un gran número de curiosos (varones) alrededor, algunos incluso podría decirse que estaban criando callo en sus posaderas de tanto tiempo que llevaban alegrando la pestaña. A ella parecía importarle poco la presencia de los mirones y seguía con sus contorsiones al ritmo de una supuesta música de MP3. Y pensaba para mí mismo: esto es la pura economía de la atención. Con bien poco esfuerzo, se consigue llegar a un grupo numerosísimo de potenciales audiencias. Con esto no quiero decir que los “agentes de pastoral” deban ponerse en bañador y hacer el chorras. Pero que deben ingeniar algo para dar a conocer el excelente producto que tenemos, de eso no tengo la menor duda. A darle a las meninges, que no puede ser tan difícil.