Dic
La fiesta danzada
3 comentariosA punto de llegar las navidades, surge de nuevo la pregunta sobre qué celebramos. Lejos de mí ponerme homilético o nostálgico, sólo un poco filosófico, siguiendo unas iluminadoras reflexiones que Giorgio Agamben sugiere en su último libro (creo), titulado “Desnudez”. Entre otras cosas, en él trata de nuestra incapacidad para celebrar las fiestas. Repetimos gestos que nos han enseñado, pero bailamos sin escuchar la música, dice, tomando prestada la expresión de otro filósofo. De hecho, hoy me ha llegado una felicitación institucional en la que viene impreso, como tema, un edificio. Y yo me pregunto, ¿qué tiene esto que ver con la navidad, o con el solsticio de invierno, que dicen algunos? La fiesta es una cosa seria (precisamente por ser divertida) que ha caído en un cierto descrédito de repetición inane. Salir de fiesta equivale a salir los sábados (o los viernes, o los jueves…) y el lenguaje refleja la comprensión que una sociedad tiene de sí misma. Se va de fiesta para…, mientras que en la fiesta “clásica”, “tradicional” lo que se hace, que es equivalente a lo que se hace cada día, se despoja de sus urgencias cotidianas: ropa nueva que no sólo viste, comida especial que no sólo alimenta, se trasnocha, pero no sólo para trabajar o acabar algo, se baila… ¿Y hay algo más gratuito que el baile? O bien convertimos todo en especial (que equivale a la eliminación del contenido del término) o bien detestamos todo lo especial por un deseo de normalización avasalladora. Yo me quedo con el “me desataste el sayal y me has vestido de fiesta” del salmo 29. Vaya si sabía lo que era la fiesta aquel que cambió su luto en danzas: bailó siguiendo la música. Ojalá.